martes, julio 27, 2010

Dumb at three o'clock

Oliver Stone es, de tiempo atrás, un buen ejemplo de que el hecho de que alguien domine el arte del tiempo fílmico y la capacidad de adaptar guiones a las imágenes no presupone, necesariamente, que sea alguien con un nivel intelectual superior a la media.

Ya he dicho varias veces que siempre me ha sorprendido mucho por qué las personas en general están tan interesadas en saber lo que opinan sobre política los actores, cantantes y directores de cine, como si para ejercer cualquiera de estas tres profesiones hubiese que leer más de lo que hace el común de los mortales. Hace ya muchos años, cuando en la televisión española primaba el Un, dos, tres, responda otra vez, Chicho Ibáñez Serrador hacía de vez en cuando ediciones caritativas del concurso en las que invitaba a concursar a actores famosos. Siempre dispuesto a no dejar que nadie quedase mal, solía ponerles preguntas de su business, para que así los famosos pudiesen hacer dinero en favor de alguna buena causa y, de paso, no quedasen como unos lerdos. Ni aún así lo logró; aún recuerdo el papelón de un par de actores de campanillas, que no eran de Teruel pero eran tonta ella y tonto él, que fueron incapaces de decir un solo nombre de autor de teatro francés de todos los tiempos, que tiene tela.

El farandulero medio, por lo tanto, es aquel tipo que es capaz de hacer 7.000 representaciones de Molière y aún así no saber ni siquiera cuántos pies tenía. Con todo, el farandulero con conciencia es peor aún, porque como medio mundo le ríe las gracias y le respeta, como digo, como si su opinión fuese de valor sobrepujado; como quiera que políticos y medios de comunicación miman cada una de las chorradas que suelta, el farandulero con conciencia acaba por convertirse en un histrión de sí mismo y participando en una película que, como el show de Truman, dura la vida entera y cuyo título es Fulanito cambia el mundo.

Uno de estos tipos que está cambiando el mundo y enseñándonos a los demás las cosas como verdaderamente son, es Oliver Stone. Mientras el señor Piedra, que sobre esta piedra edificó su iglesia, se centró en la Historia de los Estados Unidos de Norteamérica, que es su país de origen, fue capaz de hacer cosas aseadas. De hecho, hubo un momento en que pareció que iba a ser listo y permanecer dentro de los límites del conocimiento fácilmente abarcable por su persona. No obstante, debió de haber una mañana en la que, afeitándose frente al espejo, se dijo: I'm getting Universal. Dí que sí, Oliverio. Tú lo mereces.

Acaba de perpetrar Stonecito unas declaraciones sobre la Alemania nazi. Dice él que el dominio judío de los medios de comunicación está impidiendo un debate reposado y una discusión abierta en torno al hitlerismo. Desconocíamos que toda la discusión que se ha producido en torno a Hitler y el nazismo se hubiese producido en el entorno de los medios de comunicación. Aún aceptando barco como animal acuático y asumiendo, por lo tanto, que los judíos dominan todos los medios de comunicación, para aceptar que no se permite el debate de la cuestión aún tendríamos que demostrar que los judíos también dominan todas las universidades y todos los parlamentos del mundo.

Nos informa Oliver Stone, quizás pensando con ello que desempolva del olvido datos ignotos, que el hitlerismo tuvo sus partidarios dentro y fuera de Alemania. Esto es algo cierto. Lo que no es, desde luego, es algo que haya permanecido sin saberse hasta el momento en el que el Stoneoráculo ha hablado. Que en Francia había sectores proclives al nazismo lo sabe todo aquél que ha leído los periódicos de la derecha francesa, los cuales, en los momentos en los que sus oscuros dueños judíos (recuérdese que los judíos poseen todos los medios de comunicación) miraban para otro lado, publicaban eslóganes tales como «mejor Hitler que el comunismo». En Inglaterra, sin tener ese temor histérico al comunismo, había muchas personas de perfil conservador que valoraban a Hitler, y esto es tan así que incluso hubo un nazi, un nazi bastante lerdillo todo hay que decirlo, como Rudolf Hess, que llegó a pensar que en Inglaterra había gente con la que podía pactar una entente tory-nazi.

Pero que un tipo caiga más o menos simpático no quiere decir que se compre la totalidad de sus acciones, ni siquiera que se comprendan o justifiquen. Todos los europeos, no pocos de ellos españoles, que apoyaron el comunismo antes de 1953, no pueden considerarse asesinos sanguinarios por el mero hecho de haber apoyado a Stalin. A muchos comunistas de a pie (otra cosa son los dirigentes y los sedicentes intelectuales), de hecho, les pasaba con Stalin lo mismo que a muchos que pudieron admirar a Hitler. Un detallito que a Stone se le escapa en sus declaraciones, tal vez porque no lo sepa, tal vez porque no quiera saberlo.

Tanto Hitler como Stalin se parecen en una cosa: ambos hicieron todo lo posible para que las tropelías que cometieron no se conociesen. Stalin condenó a miles y miles de ciudadanos soviéticos a morir o malvivir en los campos de concentración y, además, no existir para el mundo. Esta condena permaneció vigente hasta 1956 para los miembros del Comité Central del PCUS, y para el resto de la Humanidad hasta finales de los setenta, que es cuando se conocieron urbi et orbe las famosas denuncias de Khruschev. Hitler, por su parte, diseñó una solucion final para exterminar a los judíos, una vez que la probó con los discapacitados mentales (aunque tal vez Oliver Stone quiera que se abra un «debate abierto» sobre qué hemos de hacer con las personas mentalmente retrasadas o perturbadas; discusión que podría incluir la alternativa de llevárnoslos por delante, como hizo Hitler). Pero, igual que Stalin, ni de coña cogió el micrófono de Radio Berlín y proclamó: «voy a someter a los judíos a jornadas de trabajos forzados, con dietas de menos de 500 calorías diarias, y cuando estén extenuados los voy a matar obligándoles a respirar gas venenoso».

Si tan virtuosa era esa política a los ojos de un «debate abierto»... ¿por qué la ocultó?

Hitler era el primero que sabía que lo que estaba haciendo no tenía pase. Era el primero que no quería una open discussion sobre la materia.

Claro que si una open discussion es algo que consiste en hacer comparaciones estúpidas, igual hay margen para ello. Lo digo, más que nada, por esa comparación que hace Stone en sus declaraciones, según la cual Hitler se portó peor con los soviéticos (él dice rusos en su entrevista; no le dan las meninges para entender que llamarle ruso a un ucraniano es casi peor que meterle un pepino por donde los amargan) que con los judíos, puesto que de los primeros mató más de 25 millones. Hay una pequeña diferencia, y es que Hitler invadió la URSS y le hizo la guerra, lo cual quiere decir, por lógica, que la URSS se la hizo a él. Los judíos nunca le declararon la guerra a Hitler. Fueron exterminados por la sola razón de ser judíos. Esto, evidentemente, no consuela a los nietos de los soviéticos asesinados y violados por Hitler; no rebaja el nivel de sus atrocidades. Pero eso tampoco quita que la comparación sea, simple y llanamente, y por decirlo de una manera educada, torpona.

Dice Stone que a Hitler y a Stalin hay que ponerlos en contexto. Sabe Dios lo que entiende este milongas por contexto.

5 comentarios:

  1. El artículo me gusta bastante pero creo que hay una cosa que puntualizar sobre el nazismo: cierto que dejó más de 25 millones de víctimas soviéticas (incluyendo todos los países que en su día formaron parte de la URSS pero ahora no son parte de Rusia) pero de esos, "solo" 11 millones eran militares (de los que casi tres millones murieron en campos de prisioneros) con lo que unos 15 millones de civiles soviéticos murieron en el periodo 1941-1945, la mayor parte de ellos (11-12 millones) en territorio ocupado (también se moría de hambre en el otro lado, pero menor número)

    Tampoco estaría de más dar un pequeño recordatorio a Polonia, donde guerra hubo relativamente poca (un par de meses en 1939 y otros seis en 1944) donde perecieron de seis a siete millones de personas entre 1939 y 1945 (y menos de la mitad eran judíos)

    Sin minimizar para nada el horror del genocidio judío (de seis a siete millones de personas de toda Europa, aunque principalmente polacos y ucranianos), creo que tanto el pueblo por aquel entonces soviético y el polaco también merecen un recuerdo.

    Saludos

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  2. Pero Oliver Stone qué quiere ¿recordar a las víctimas soviéticas o dar las gracias a Hitler porque los matara?.

    Esto me recuerda una conversación con un chileno sobre la inquisición. Él decía que algo harían los cristianos nuevos para que la iglesia se los quitara de enmedio. Hombre si por hacer algo te refieres a que practicaran su religión en la intimidad de su hogar (dije yo irónicamente), pues claro a alguno que otro lo matarían por esa causa. Y entonces dice, ves algo hicieron. La contextualización "bien entendida".

    Lo mismo nosotros también decimos perlas similares en cuanto a acontencimientos históricos propios de América.

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  3. Caramba. Conocía las simpatías que a este muchacho le despertaban Fidel, Chávez, las FARC colombianas y otros distinguidos representantes de lo que viene haciéndose pasar por la izquierda, y las atribuía a mala conciencia de yanqui y al deseo inmoderado de ganarse el aprecio de la progresía europea, muy codiciables para quien de nacimiento y por derecho de taquilla cuenta ya con las de la "reacción" norteamericana. Que ahora le haya dado por contemporizar con el nazismo es para mí una novedad, incompatible con mi anterior hipótesis. La simplificaré, pues, a la luz de los nuevos datos: lo que debe de pasarle al hombre este es, pura y simplemente, que es imbécil.

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  4. Anónimo10:22 a.m.

    Por un lado, coincido en que la comparació judíos-soviéticos es totalmente inadecuada. Está claro que, puestos a comparar el trato recibido por los soviéticos, debería ser por un lado con los polacos u otros teritorios ocupados, pero en los que el periodo de conflicto bélico fué menos largo y cruento, y por otro con los POW de otros países, muhco más sencillo e identificable (p.e., los porcentajes de supervivencia de los POW soviéticos frente a los ingleses o americanos son escalofriantes).

    Por otro lado, y quizás más importante, es lo que apuntas al principio: de veras vale la pena abrir debate sobre lo que opina este tipo? Porqué? Si las declaraciones las hubiera hecho Paris Hilton las estaríamos discutiendo? Las gilipolleces son gilipolleces per se.

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  5. Entrar a discutir si el amor que sentía Hitler por los judíos es mayor o menor que el que sentía por los rusos, en función del número de víctimas, me parece tan pueril como discutir si un genocida (ya sea Hitler, Stalin, Pol Pot o Idi Amín) es mejor que otro porque mató a menos gente.

    Hitler se cargó a 25 millones de rusos por la misma razón que "solo" se cargó a 6 millones de judíos: Porque no pudo cargarse a más. Si le hubieran dejado, habría acabado con todos los rusos, los judíos, los gitanos, los homosexuales, los negros, ...

    Otra cosa, y creo que el post va más en esa línea, es la importancia que se les da a actores y similares, como garantes de la cultura y de la opinión pública. En lo que a mi respecta lo que digan los actores tiene el mismo valor que lo que diga el Gremio de Pasteleros del Margen derecho del Turia...

    Pero lo cierto, y para mi inexplicable, es la identificación que se hace de artistas e intelectuales. Es más, ¿quién c*ñ*s decide quien es intelectual y quién no?

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