jueves, octubre 13, 2011

El mantra de los eurobonos

En momentos en los que la economía interesa a todos, surgen los mantras.

En el fondo, el hombre actual no se diferencia demasiado de su tatarabuelo que andaba triscando por los bosques convencido de que estaban petados de duendes, trasgos y enanitos; así pues, el ser humano sigue buscando lo mismo que buscaba cuando sacrificaba corderos en el ara del sumo sacerdote: algo que le libere de los problemas a cambio de un esfuerzo mínimo.

Los mantras ideológicos cumplen hoy en día la función que antes cumplían la danza de la lluvia, los sacrificios humanos o los rezos al Dios Piraña. Los modernos sacerdotes (de soltera medios de comunicación) repiten el hare Krishna, hare hare, las veces que hagan falta, para que finalmente los feligreses no vean otra cosa. Esto, como digo, siempre ha sido así. La España del siglo XIX, por ejemplo, tenía dos mantras que se repiten en su literatura con una machaconería cansina: por un lado, el mantra euskocatalán que adjudicaba todos los males de la Tierra a los aranceles bajos, esto es a la libertad de comercio; y, por otro, el mantra generalizado de que el único responsable de la pobreza de los españoles era el impuesto de consumos, o sea el IVA de la época.

En los últimos años, más o menos, hemos ido de mantra en mantra. Primero fue el mantra de que la crisis, toda la crisis, tenía su origen en el sector financiero. Lamentablemente, no es exactamente así; de hecho, el sector financiero no es tan fuerte como para provocar por sí solo una crisis tan profunda; como, por otra parte, demuestra ya la crisis del 29, que parece una crisis bursátil, pero en realidad es mucho más.

De este mantra pasamos al mantra de que no, que la crisis era el pinchazo de la burbuja inmobiliaria. Pero, claro, menuda burbuja ésa que destruye más de cuatro millones de empleos. Lamentablemente, hay algo más.

Entonces llegó el mantra de la voracidad de los mercados. Todo lo que pasa es porque los mercados quieren ganar dinero a costa de tumbar la economía real. Alguna vez he leído por ahí a epidemiólogos decir que una pandemia puede ser voraz, pero nunca acabará con el género humano, por la simple razón de que los virus no son gilipollas: nadie extingue a la casa donde vive. Sin embargo, por alguna razón extraña, hay mucha gente que cree que los mercados están dispuestos a acabar con aquello que les da de comer, que no es otra cosa que la economía real. Por otro lado, lamentablemente para este mantra, se han limitado las posiciones a corto, o sea se ha acabado teóricamente con la fuente de la especulación, y el resultado ha sido peor incluso (como, por otra parte, ya habían predicho algunos).

El penúltimo mantra es el de los eurobonos. La solución a la crisis de la deuda en algunos países de Europa es que el que emita esa deuda sea Europa entera, o al menos el área euro. Momento en el cual se perderá, o eso dice el mantra, la diferencia entre el bono español y el alemán, así pues tendremos todas las ventajas de este último.

Éste es el punto en el que, en mi opinión, conviene hablar unas líneas de Goodfellas.

En esta obra maestra de Martin Scorsese, el hostelero Sonny Bunz, que posee un restaurante frecuentado por mafiosos, está a mal traer con Tommy DeVito, uno de los matones de la banda de Paulie Cicero y que es, verdaderamente, un mal bicho. Una noche, Bunz le reclama a DeVito la abultada deuda que acumula en copas y éste, por toda respuesta, le rompe una botella de whisky en la cabeza. Entonces Bunz decide que la única solución para que DeVito lo respete es que su jefe, Paulie, sea co-dueño del restaurante. Le ofrece una participación y el jefe mafioso, finalmente y tras alguna reticencia más retórica que otra cosa, acepta.

A partir de ese momento, Bunz tiene lo que quiere: nadie puede meterse con él, porque si alguien se mete con él, tiene derecho a exigir de Cicero y de sus matones que le revienten las piernas. Pero, claro, tiene que pagar. Cualquier cosa que pase, nos cuenta Henry Hill en voz en off, por fastidiosa que sea, Bunz debe pagar el tributo de Cicero. Llueva, nieve o haga sol. Haya ingresos, o no. Además, Cicero, que ahora es dueño de un negocio legal, simplemente lo utiliza para comprar a crédito mercancías que nunca abona y a venderlas con descuento. Como consecuencia, el restaurante firma y firma deudas y, nos dice Hill, al final, cuando ya no hay crédito, cuando ya no hay posibilidad de pedir ni un dólar más, los mafiosos queman el restaurante. Porque el restaurante, la verdad, a los mafiosos les importa una mierda.

Nadie parece pensar que los eurobonos son un poco eso. Evidentemente, para países como Irlanda, Portugal, Italia o España (de Grecia creo no cabe ya hablar), financiar su déficit público emitiendo deuda solidaria con Alemania, Países Bajos o Luxemburgo es una buena idea de partida. Supone que ahora esas economías también estarán detrás de los títulos que vendemos; ahora somos socios de Paulie Cicero. Sin embargo, este concepto, así, a la llana, como se maneja en los mantras, olvida un principio fundamental en economía, y es que nada es gratis.

Es evidente que Paulie algo querrá a cambio de asociarse con nosotros. Afortunadamente, y a despecho de mantras y explicaciones sencillitas de la realidad, el jefe de la banda no quiere arruinarnos quedándose con todo lo que hay de valor en nuestro local para después quemarlo. Pero lo que sí exigirá, con total seguridad, es mandar.

Deuda es compromiso de pago. El compromiso es tanto más sólido cuanto más solvente se es. Solvente quiere decir que se tiene la capacidad de pagar hoy, y dentro de veinte años. Los particulares demuestran su solvencia avalando los préstamos con bienes propios o de terceros. Los países demuestran su solvencia avalando sus deudas con el valor de su economía. El día de mañana, si existen eurobonos, lo que nuestro socio hará, simple y llanamente, será exigirnos que nunca permitamos que el valor de nuestra economía se deteriore en exceso.

Por esta razón, me cuesta entender por qué personas que antesdeayer criticaban con fiereza la reforma constitucional sobre el gasto público, hoy repitan entre albricias el mantra de los eurobonos. Porque si la reforma constitucional nos constriñe, los eurobonos irían más allá. Si nuestro déficit público pasara a financiarse con títulos de deuda emitidos solidariamente con Alemania, Francia y Reino Unido, automáticamente Berlín, París y Londres pasarían a reclamar ciertos niveles de control sobre ese mismo deficit público que ellos están contribuyendo solidariamente a financiar.

En consecuencia, los gobiernos europeos ya no serían completamente libres para elaborar sus presupuestos. En primer lugar, porque su estructura de gasto público se habría convertido, de alguna manera, en subyacente del bono europeo, así pues el emisor de dichos bonos exigiría la capacidad de controlar dicho subyacente. En términos sencillos, esto supondría que, para poder construir una carretera entre Olmedillo y Barcina del Cuervo Tuerto habría que preguntarle antes a Bruselas si le parece bien; lo cual, al fin y a la postre, supone convencer a un tipo de Colonia de que los olmedillenses se ponen perdidos de barro cada vez que van a la feria de Barcina.

La segunda razón por la que se perdería soberanía presupuestaria es que la deuda que financia al Estado dejaría de ser emitida por el propio Estado. La deuda estatal se coloca en subastas sometidas al mercado (obviamente, si nadie ofrece 100, pues habrá que vender a otro precio), pero en las que el Tesoro pone el tipo de partida. Por lo tanto, al hacer los Presupuestos, el Gobierno tiene cierto margen racional de maniobra para calcular los intereses que va a pagar por la deuda, puesto que, al fin y al cabo, va a ser él mismo el que va a fijar el interés de partida en las subastas. Pero si ahora la deuda la emite un tercero, sera éste el que fije el tipo. Ciertamente, por pura lógica, al mezclarse economías «de tipo alto», como España, con economías «de tipo bajo», como Alemania, nosotros no tenemos nada más que ganar. Ahora. Pero la vida es muy larga, y no hace mucho hemos estado en circunstancias bien diferentes, con nuestro spread más reducido que el de otros países europeos. Ese día, pagaríamos un sobrecoste presupuestario por la vía de tipos de deuda más elevados que aquéllos a los que podríamos aspirar. Y es lo que les va a pasar a los alemanes; ¿acaso alguien creerá que lo harán gratis et amore?

En el debate sobre los eurobonos ha surgido una propuestra transaccional, destinada a mitigar el miedo de los países más ricos y estables a que acaben financiando la locura de gasto de los países tiraduros. Según esta propuesta, los eurobonos financiarían el endeudamiento de un país sólo hasta determinado límite (se ha propuesto el de la UEM: 60% del PIB), por encima del cual los Estados deberían emitir deuda propia, con su propio aval. Esta propuesta tendría la consecuencia, a mi modo de ver, de que, para los países más problemáticos, toda la deuda emitida por encima del tramo de eurobonos se convertiría en deuda de baja calificación, a tipos muy elevados. Por lo tanto, presupuestariamente hablando habría que gestionar dos gastos financieros (rendición de pagos de la deuda) totalmente diferentes.

Una cosa que me sorprende de este mantra es que no se levanten voces nacionalistas contra él. El nacionalismo en España tiene un fuerte contenido económico, lógicamente, porque España es un estado federal que no es federal, en el cual las regiones pueden gastar lo que quieran pero no lo recaudan (salvo vascos y navarros, claro). La tensión económica nacionalista siempre viene por ahí; de hecho, el nuevo Estatuto catalán, sobre todo los primeros borradores de los tiempos de Pascual, aprobaré el Estatuto que apruebe el Parlamento catalán, no es más que una forma de resolver este problema conservando en manos estatales el principio de recaudación, pero otorgándoselo a Cataluña por la vía de los hechos.

Sin embargo, el día que hubiera eurobonos, la pérdida de soberanía presupuestaria y fiscal por parte del Estado español caería por la bajante, empapando a todos los pisos de abajo. Los PIB catalán o vasco pasarían a ser tan subyacentes del eurobono como el español y, consecuentemente, el emisor de los títulos exigiría un control sobre las políticas de ingresos y gastos ligados a dichos PIB en la misma medida que lo iba a exigir del español. En este sentido, no sería descabellado, a mi modo de ver, que algún que otro economista en Baden-Baden concluyese, un suponer, que los sistemas forales de cupo son incompatibles con la emisión de euro-eusko-bonos, a menos que dichos sistemas forales se sometan a una supradisciplina presupuestaria. Con lo cual, al enemigo tradicional, Madrid, se uniría otro más: Bruselas.

Reclamar los eurobonos significa, al fin y a la postre, confesar que uno, por sí mismo, no es capaz de tener una estructura de gastos suficientemente moderada como para poder financiarla sin problemas. Confesar que no sabemos llevar el restaurante nosotros solos, y sacarle beneficio.

Se atribuye al Nobel de Economía Paul Samuelson el concepto de que nadie en sus cabales se mete en la cama con un gorila. La razón, sencilla: una vez que lo has hecho, ya careces de poder de decisión sobre cuál va a ser el sexo esa noche.

Ahora, es el gorila el que decide por ti.

6 comentarios:

  1. ¿Alguna vez hemos dormido sin gorila?

    Además, el mafioso de Bruselas no parece peor que el de Madrid.

    ¿Si no es dar pasos en esa dirección, que narices significa Unión Europea?

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  2. No sé nada de economía, ni gran cosa de ningún otro asunto, pero se me ocurre que el motivo de que los nacionalistas no levanten la voz contra el mantra de los eurobonos es que su mantra particular no es tanto la independencia, así, en general, como la independencia respecto de España, en particular. O sea que me da a mí que lo de que les mangoneen desde Bruselas directamente no les parece demasiado mal, siempre que se trate de un mangoneo distinto y paralelo del que Bruselas ejerza sobre Madrid, y no subsidiario suyo. No les importa estar en la cárcel, vaya, siempre que sea en virtud de condena diferente que la que envíe a la cárcel a España, dictada en otra sala del juzgado y cumplida en diferente celda. Comprenden que no pueden eludir el puteo, pero quieren su puteo propio y diferenciado, nada más.

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  3. Ramonmo2:59 p.m.

    Vanbrugh, eso es así. Muchos independentistas quieren un Estado propio dentro de la UE, pero fuera de España; o sea, que no es que busquen por encima de todo la libertad de su pueblo ni cosas de ésas; lo que buscan es dar salida a su odio a España.

    Por otro lado, el panorama que describe JdJ, siendo verosímil, no me parece mal: el poder político y el económico han de ir de la mano; y si "construimos Europa" económicamente (perdiendo independencia en ese campo) eso debe reflejarse en las estructuras políticas. De hecho, opino que la crisis actual tiene como una de sus causas precisamente en que la famosa "globalización" ha sido sólo económica, pero no política.

    Saludos

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  4. Por un lado los nacionalistas no quieren ser independientes, sólo victimizar una situación al máximo para obtener el mayor rédito electoral y económico posible. ¿Qué sucedería en el momento que la pasta venga de Bruselas?¿Se independizarían de Europa? Es sólo algo que cansa y que creo que es tanto más peor cuanto más caso se le hace.

    Por otro lado Europa no puede seguir teniendo veintisiete políticas distintas. La Unión debería replantearse seríamente el unificarse cómo un país y no cómo una entidad supranacional. De hecho ya lo somos en materia económica, mandando, evidentemente, el más fuerte, Alemania. ¿Qué podemos perder con un único gobierno? Sería el culmen del sueño europeísta y quizás, sólo quizás, la panacea a una situación que se va degradando hasta niveles que, francamente, no desearíamos ni en las peores de nuestras pesadillas.

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  5. Hoy en Malaprensa se explica muy bien como se alimenta un mantra de este tipo: http://www.malaprensa.com/2011/10/que-sabra-la-fao-de-las-causas-del.html

    Sobre el tema de los eurobonos en concreto no puedo opinar mucho, pero lo que he oido muchas veces y me parece bastante de cajon es que no puedes tener una moneda unica sin una autoridad financiera única. Ergo sin una minima union politica. Pero para conseguirla el mayor problema no son los nacionalismos "minoritarios" sino los muy enraizados "estatales". Los minoritarios por las razones que sean (podemos discutirlas ad infinitum), considera que el gorila europeo no es peor que el estatal, y en algunos casos incluso mejor (caso de los corredores ferroviarios, por ejemplo). Ademas nacionalismos como el catalan son muy europeistas, aunque solo fuera por hacer de necesidad virtud, evidentemente. Volviendo al tema del principio, si ya fue estupido crear el euro sin instituciones financieras unificadas, no creo que sea buena idea continuar por el mismo camino y crear eurobonos en las mismas condiciones.

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  6. arabelle10:13 p.m.

    JdJ enseñando economia a los niños de la logse desde tiempos inmemoriales...por fin se lo q es un eurobono. La verdad que yo deberia mover mas el culo para saber mucho mas que lo que me enseñaron en el colegio pero tambien es cierto que tenemos una educacion un poco deficiente(por ser suave).

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