viernes, julio 12, 2013

Es lo que hay

Las primeras noticias que leo hoy apuntan a que, a mediodía, el Consejo de Ministros anunciará una nueva reforma del sector eléctrico. Periodistas generalmente bien informados sobre esta cosa aseguran que esta reforma mantendrá el déficit tarifario, una vez que en el seno del gobierno el ministerio gastador (Industria) ha perdido la batalla con el ministerio pagador (Hacienda) a la hora de que el presupuesto público se comiese su parte del dicho déficit.

¿Por qué hablar de este tema en un blog de Historia? Pues porque es Historia. Tengo por casa un librito que recoge las actas de un Congreso Nacional del Carbón celebrado en 1925. Las conclusiones del dicho congreso son notablemente enternecedoras. La que más me gusta es aquélla que habla de que, a partir de ese momento, los vehículos militares españoles a carbón (o sea, los barcos) deberán moverse quemando carbón nacional. Dicho de otra forma: se le carga al presupuesto público (porque los barcos de nuestra Armada no se financian con donaciones de Militaristas Sin Fronteras, sino con los impuestos de todos) la merdé de que el carbón español no es suficientemente competitivo respecto de sus competidores extranjeros. Repetimos: estamos hablando de hace 90 años.

A los defensores de lo público les encanta hablar de los fallos del mercado. De que lo privado no es que no sea perfecto, es que es notablemente imperfecto. Si dejamos que sea el mercado el que rija las cosas, nos dicen, los enfermos pobres serán echados con cajas destempladas de los hospitales, sólo los ricos serán abastecidos de alimentos en sus mercados, etc. La verdad, que el mercado tiene fallos es algo que los economistas, sin necesidad de ser antiliberales, saben ya hace mucho tiempo; porque la economía, señores, o el mercado si lo prefieren, no deja de ser algo que diseñan y manejan seres humanos, así pues hereda toda la patulea de sentimientos encontrados y estulticia rampante de la que hacemos gala los humanos average.

Lo que me sorprende es que a esas mismas voces no les gusta nada hablar de los fallos de lo público. De hecho, es la suya una geometría publicocéntrica que tiene muchos teoremas y un axioma, o sea, un concepto que no se demuestra por su obviedad: lo público siempre gestiona en bien de la colectividad. Si, por poner un ejemplo tonto, el sistema de educación es público, trabajará por una sociedad alfabeta, cultivada y con sentido crítico; no como la educación privada, que como todo lo que le interesa es el beneficio, dejará a sus alumnos más secos que la mojama con tal de ganar dinero (es lo que hacen, todo el mundo lo sabe, en Harvard, la mayor fábrica mundial de estúpidos que no sirven ni para pegar mangas).

Tengo por mí que es por eso que cuando menos entre mis conocidos más publicófilos no gusta mucho hablar del sistema energético español; esto es, quiero yo pensar, porque el sistema energético español es la mejor de las demostraciones posible que tenemos en nuestra Historia reciente de que el ámbito público no sólo puede fallar, sino que falla. Y falla mucho. No es que sea capaz de gestionar aparte del interés público; es capaz de gestionar contra dicho interés.

A principios del siglo XX, según cuenta Juan Verlarde en su libro sobre la Historia contemporánea de la economía española, la pérdida de Cuba, y consecuentemente de su zafra azucarera, impulsó en España la molturación de la remolacha que permitiese sustituir aquella fuente de azúcar que ahora se había, repito, perdido. Pocos años después, la reacción había sido tan fuerte que el sector azucarero estaba saturado y, por eso, se redactó y aprobó una Ley Azucarera en virtud de la cual, en España, para poder poner una industria de azúcar, era necesario que el Gobierno te diese autorización. Ahí sitúa el profesor Velarde el nacimiento del intervencionismo estatal en la economía hispana.

Desde aquel lejano día, hace ahora cien años, hasta el presente, ha sido en el fondo el mismo principio el que ha regido la actuación de los gobiernos: la licitud y necesidad de que el Estado sea quien diseñe el crecimiento y evolución de las actividades económicas, para garantizar que éste se produce sin fallos de mercado. Y el sector energético ha sido, tal vez, el teatro principal de esta filosofía. En los últimos noventa años, de hecho, el Estado no ha hecho sino intervenir en el sector energético: conservando el empleo y la actividad en las cuencas carboníferas, levantando pantanos a tutiplén y, ya en los últimos tiempos, concibiendo la provisión de electricidad a empresas y familias como una actividad consistente en que una serie de empresas privadas y públicas (Endesa lo ha sido durante décadas) no hacían sino actuar en un tablero predefinido por las normas.

El entorno habitual de la normativa económica es como las reglas del ajedrez: los operadores privados, que son los que van a jugar la partida, deciden el tablero y las piezas. Y el actor público se coloca en medio para impedir que a uno o dos de los jugadores se les ocurra acordar que, de repente, el alfil sólo va a poder mover una casilla cada vez, o que el rey se va a poder enrocar con los caballos. A partir de ahí, la cosa se queda en que seas tan malo al ajedrez como yo, o seas un Kasparov de la vida.

El sector eléctrico es diferente. En el caso del sector eléctrico, el operador público se ha arrogado competencias mucho más amplias. Por ejemplo: a mitad de la partida, darle un manotazo a las fichas, coger el tablero, poner otro encima de la mesa y declarar: «ahora jugáis a la Oca». Sus razones para ello son dos: una, que el sector energético es estratégico para cualquier economía, cosa que me parece innegable. Otra, que el Estado, consecuentemente, es responsable de definir de qué manera se produce y distribuye la energía, para así garantizar un suministro suficiente y coherente con otras cosas; notablemente, la defensa del medio ambiente y de las producciones nacionales. Este segundo concepto me parece ya mucho más discutible.

El actor más adecuado para garantizar un suministro suficiente es el Estado, desde luego. Pero sus capacidades a la hora de garantizar que sea competitivo son muy limitadas, cuando no nulas. Por definición, todo aquél que maneja recursos propios propende más a ser competitivo que aquél que tira con pólvora del rey y/o lo que hace es regular el uso de recursos que no son suyos. La mejor forma de garantizarse que un sector, sea éste el energético o la fabricación de púas de bandurria, genera su producción en las menores condiciones de coste posibles, es dejar que en ese sector entren cuantos más competidores privados, mejor. Y que nadie se engañe pensando que eso nos lleva a la pura selva del capitalismo rabioso, contaminante y socialmente inequitativo; porque aun dejando en manos de los operadores privados la propensión a la competitividad, el actor público retiene notables cotas de poder.

La industria china contamina. Contamina un huevo. Pero eso es porque, desde luego, hay unos industriales a los que las emisiones de CO2 se la fuman; pero, sobre todo, porque hay un poder público al que se la fuma el doble. Cuando tú quieres que tu sector no contamine, le dictas normas técnicas que le obligan a tener en sus fábricas un esmorciador trifásico tragahumos marca ACME, o le pones un impuesto sobre las emisiones, o directamente le prohíbes trabajar en determinadas circunstancias que te parecen excesivamente contaminantes. Una vez que has hecho eso, el sector privado coge los decretos, se los lee, y busca un nuevo punto de maximización del beneficio con las nuevas circunstancias. Entonces el Estado observa cuál es el resultado del nuevo statu quo, y pueden pasar dos cosas. Una es aquello que dice el Génesis: «Y vio que era bueno». Otra, que haya cosas que aun no le gusten. Entonces, de nuevo, decreto al canto. Y nuevo punto de maximización del beneficio calculado por los operadores privados.

La regulación eléctrica española, tal y como yo la veo, ha ido, va y me temo que seguirá yendo, más allá. Es una regulación en la que el punto de maximización del beneficio no es calculado por los operadores privados, sino por el operador público. El Estado, o más bien los gobiernos, actúa de tal manera que la conclusión tenga que ser una. El caso más claro de esto es la moratoria nuclear, una decisión por la cual un gobierno quiebra la lógica inversora de un sector energético que ha concluido que la energía nuclear es la que tiene mayor capacidad de garantizar un suministro constante a costes razonables (hoy es el día, de hecho, que es la fuente de electricidad en España que más horas curra). Como al Estado esa decisión no le gusta y además asume el principio de los grupos ecologistas de que la defensa del medio ambiente justifica esos niveles de intervención; apoyado en esas dos cosas, digo, el Estado decide una moratoria que convierte en inservibles una serie de inversiones ya realizadas o comprometidas. Hay una diferencia entre regular cómo se produce y regular si se produce o no. Esa diferencia prácticamente no existe en la regulación energética; como no existió en la Ley Azucarera, como no existe en el entramado de ayudas al carbón.

La moratoria nuclear, que no sé si lo sabes lector pero es una cosa de hace un cuarto de siglo que sigues pagando a día de hoy; la moratoria nuclear, es decir la decisión de que no se va a producir energía nuclear aunque los productores quieran producirla, ha venido a juntarse con otra decisión, que es que se van a producir energías renovables aunque los productores no quieran producirlas. Por considerar a una viciosa y a las otras virtuosas, se han tomado dos decisiones contrarias que tienen la misma naturaleza: aquí se produce, no como (condiciones de seguridad, límites de contaminación, etc.) digo yo, sino lo que digo yo.

Como las energías renovables tienen problemas para competir con las otras, el principio general de que los productores no quieren producirlas se ha de equilibrar con una de dos medidas. Una sería crear una Empresa Nacional de Energías Renovables y, desde el capital público, asumir esa parte del mercado de producción que la empresa privada no considera rentable. Ojo, que esta jugada no siempre ha salido mal; ahí están Endesa y la vieja Inespal (a Telefónica no la considero, que ésta tuvo la insignificante ayudita de operar en monopolio) como demostración de que, a veces, apostar por algo por lo que los listillos del sector privado no apuestan, es buena cosa; basta con ver en el largo plazo. La otra solución es hacer rentable a los ojos del inversor lo que no lo es. En otras palabras: una subvención o, como se denomina mayormente en este mundillo eléctrico, una prima.

Un gobierno español tomó, hace no mucho tiempo, una decisión. No es ningún secreto porque la predicó a los cuatro vientos y hasta hizo una ley completa que se suponía que regulaba el proceso (porque, sí, en España ha habido, probablemente hay, y seguro que seguirá habiendo, gobiernos que creen que la evolución del modelo económico es algo que se puede decidir en el artículo ocho de una Ley Orgánica, que se puede votar en el Parlamento; que es, pues, objeto del pacto político). Esa decisión fue que el modelo productivo y económico español, una vez perdido el sustento del sector de la construcción, se asentaría sobre el sector de las energías renovables. Cualquier persona que se vaya a la página del INE, se coja la Contabilidad Nacional por sectores y la EPA y eche cuatro sumas, descubrirá, a mi entender, lo difícil de ese reto; porque para crear un puesto de trabajo en la construcción hace falta generar como la tercera parte de valor añadido del que hace falta en el sector energético; por lo que un modelo económico basado en la energía, ya no digo en las renovables sino en la energía como un todo, tiene que poner el PIB el triple de cachondo que la construcción para poder absorber todo el desempleo que ha salido de los tajos (esto sin mencionar el pequeño detalle de que, como tenemos un sistema educativo que es un creador non-stop de la generación mejor preparada de la Historia y tal, dicha absorción tampoco está tan clara...) Con todo, el  problema fundamental era otro; era que las energías renovables no eran capaces de ser tan rentables como sus competidoras. Para evitar eso, ese minus de competitividad se compensa, como se compensa el minus de competitividad del carbón nacional, mediante una subvención.

Esta filosofía general, que como digo no viene de las renovables sino que viene de más atrás: de la moratoria nuclear, de las corbetas quemando carbón nacional, del azúcar... Esta filosofía general, digo, ha generado un déficit tarifario porque, literalmente, lo que esos mismos gobiernos diseñan no se puede pagar con lo que se le puede cobrar a los consumidores sin que se considere que van a poner pies en pared. El déficit tarifario del sistema energético español no es otra cosa que la expresión de la conciencia por parte de alguien que ha montado algo de que ese algo no se sostiene. Y, consecuentemente, apuesta por la generación de un agujero, esperando que en el futuro llegue un mirlo blanco que lo tape de alguna manera.

Sólo hay, sin embargo, dos maneras de tapar ese agujero: que lo pague el Tesoro público, o que lo pague el bolsillo de los consumidores. Dos alternativas que, en realidad, son sólo una, porque no sé si te das cuenta, querido y paciente lector, de que el Tesoro no obtiene sus recursos concursando en Pasapalabra. Y lo que parece que ha pasado ahora es que el Tesoro ha dicho que él no paga una mierda. Así que, amigo, ya sabes lo que te toca: tarde o temprano llamarán a tu puerta y será el tío Paco el de la Luz, con las rebajas.

Se oyen voces, o más bien se leen dedos, por ahí, diciendo que el caos eléctrico lo deben asumir quienes lo han generado. Yo no sé si son conscientes de lo que dicen. Mal que nos pese, quienes nos han metido en ésta no nos pueden sacar de ella; negro sobre blanco, no tienen los recursos para hacerlo, porque lo que hay aquí es un agujero, un agujero de pasta. Y, en una economía, tener, tener, lo que se dice tener pasta, sólo la tenemos quienes la tenemos. Vendiendo los coches oficiales y poniéndole un impuesto a los propietarios de las fincas que ocupa Diego Cañamero no haríamos más que tirar un merengue contra el casco del Titanic.

A mi modo de ver, la evolución, que no la solución porque solución no existe, está en lo de siempre: en la transparencia. Hoy en día que las ciencias avanzan que es una barbaridá, y los ordenadores no te digo, no creo que le sea muy difícil al entramado energético ofrecerle al cliente un buen estadillo cada mes, siquiera construido con las medidas de todo el sistema, indicándole de dónde ha venido cada electrón que ha visitado sus cables, y qué costes ha traído aparejados. Las personas que pagamos todo esto deberíamos tener la posibilidad de saber en qué medida estamos pagando unas cosas y las otras, porque sin esa información la decisión sobre si queremos que nuestro sistema energético sea un sistema de galgos o de podencos se convierte en una decisión puramente ideológica. Peor: se convierte en lo que es, es decir, una decisión oscura, opaca y hurtada a la visión pública, tomada por unos pocos.

Y ya, puestos a pedir, no sería mala cierta reversión de la Historia, y que en este país nuestro comenzase a haber líderes sociales y políticos que concibiesen su papel en la economía como el de alguien que marca los límites de la adecuada política medioambiental, del mercado laboral adecuado y un par de cosillas más y, después, deja hacer. Pero, claro, tratándose de España, esto es un país en el que políticos que se dicen liberales han gobernado años regulando que en sus territorios las tiendas abrían cuando a ellos les saliese de debajo del ombligo; un país cuya opinión pública, ante el espectáculo de un subsector financiero entero gobernado por las instituciones públicas que se va al carajo va y le llaman a eso las consecuencias del neocapitalismo rabioso; de un país así, digo, más bien poco se puede esperar en este flanco.

Volveremos a tener Ley Azucarera. En cuanto se les ocurra.

12 comentarios:

  1. Giacomo Bondini3:21 p.m.

    Es la tercera vez en un mes que veo a un prestigioso bloguero hablar del dióxido de carbono como si fuera un contaminante. Que no, Juan, que no. Que el CO2 no es un contaminante. No hay que confundir el dióxido de carbono (lo que expulsamos al respirar) con el monóxido de carbono (lo que expulsan los tubos de escape de los vehículos a motor).

    Por lo demás, nada que objetar. Solo comentaré que, en relación con las energías renovables, el Instituto Juan de Mariana publicó hace algunos años un informe demoledor titulado "Efectos del Apoyo Público a las Energías Renovables sobre el Empleo", donde se analizaba el verdadero coste de ese ambicioso programa intervencionista. La publicación del informe provocó disgusto a muchos políticos, empresarios subvencionados y creadores de opinión (el diario Público lo tachó de antipatriótico), y el crujir de dientes llegó hasta la Casa Blanca.

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  2. Hola
    Iba a hacer un comentario al post de jdj, pero antes me gustaría señalar a Giacomo que el CO no es que sea contaminante, es que es directamente tóxico. En hablando de contaminación, se toma como medida el CO2. Osease, la capacidad contaminante de una industria, de un país o de toda la humanidad, se expresa en en masa de CO2 equivalente >>huella de carbono (Carbon footprint en inglés)
    Dicho esto, quisiera complementar lo dicho por jdj de que los consumidores somos los que siempre pagamos, bien sea en la factura o a través de los impuestos. Nada más cierto. Pero, ¿por qué un gobierno subvenciona el carbón nacional o decreta una moratoria nuclear? Respuesta: porque no quiere perder las próximas elecciones o bien porque ha ganado las últimas con la dichosa moratoria en su programa. Cosas de la "opinión pública" sinónimo de "votantes" en periodo electoral, de "contribuyente" cuando hay que convencerlo de que pague impuestos o de "consumidor" cuando se le va a subir la factura de la luz. Todo es lo mismo. La gran incongruencia es que un manifestante contra las nucleares, mañana te lo puedes encontrar en otra mani contra la subida de la luz.
    Hace tiempo, vi un reportaje sobre un tipo que trataba de reducir su consumo de energía a cero. Freía los huevos en una parábola reflectante que tenía en la azotea y nunca viajaba más lejos de lo que podía ir en bicicleta. ¿Un chalado? Puede que sí, pero es de las pocas personas, por no decir la única que he conocido, que tiene todo el derecho del mundo a ser antinuclear.
    Muchos de los antinucleares que yo he conocido van al super en un 4x4 de 2500 cc, o abren las ventanas en invierno para refrescar un poco la habitación "que la cale está muy alta". También apoyan sin reservas las energías renovables, sin importarles un carajo si el "carbon footprint" de fabricar un molino de viento generador de electricidad se cisca en toda la sostenibilidad de los parques eólicos. Pero, ¿qué se le va a hacer? Mientras están parados media hora esperando a sus niños, dentro de sus 4x4 con el motor encendido, para que el aire funcione y se esté fresquito, ELLOS también son opinión pública.

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  3. Si se puede considerar "malo" la crítica, sin más, del mercado, también se puede hacer lo mismo con la crítica, sin más, de la gestión pública. Y más cuando no se tiene en cuenta que las intervenciones legislativas en el "mercado" no se hacen en aras del bien público, sino para proteger los intereses de los que, en un momento determinado, controlan el "mercado". Y la política energética de este país es una clara muestra de ello.
    Las compañías eléctricas en España son un fuerte grupo de presión que modifican las leyes a su antojo y así nos va: con un déficit de tarifa cada vez mayor, con una producción de electricidad de origen solar menor que Alemania y uno de los precios por la electricidad más caros de la UE.
    Evidentemente el marco regulatorio es importante, pero aquí el regulador no ha legislado en beneficio de los ciudadanos, sino de las compañías eléctricas, y así aunque se mantiene la moratoria nuclear (para unas centrales que están ya más que amortizadas -por cierto, si la parte de producción uclear es tan estable no es porque la energía nuclear sea tan buena y barata, sino porque es la más difícil de detener y después poner en marcha, una central de ciclo combinado se para y pone en marcha mucho más facilmente, así que se paran-), pero se cancelan las subevenciones para la producción de renovables y se llegan incluso a penalizar a nivel doméstico...
    En fin, para hablar de electricidad, creo que deberías haber buscado un poco más de información y más diversa. El instituto Juan de Mariana, desde luego, no es ningún referente para hablar de energías renovables.

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    1. Yo no he citado al Instituto Juan de Mariana. Y, la verdad, en tu respuesta tampoco veo mucho s argumentos. Y una afirmación que no acabo de entender. Porque si es cierto que las eléctricas manipukan a su gusto, yo no lo niego; no lo es menos que las dos grandes decisiones que han condicionado el marco eléctrico (moratoria nuclear y renovables) más parecen propias de otro lobby que, por lo visto, no manipula a nadie.

      Sería interesante leer argumentos sobre la potabilidad de la apuesta por las renovables. Nunca consigo que me lo explique n.

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    2. Perdón por lo del Instituto, pero aparece en el primer comentario y por eso lo mencioné.
      Y, bueno, he expuesto opiniones, no datos por el tiempo que requiere la búsqueda. Sólo quería indicarle que la moratoria nuclear no ha perjudicado a las empresas eléctricas, porque han cobrado por la paralización en la construcción de centrales nucleares y que las renovables han ido perdiendo la subvención que tenían, lo que ha perjudicado a muchos pequeños productores eléstricos.

      Sobre la "potabilidad" de las renovables, aunque sólo fuera para evitar la completa dependencia energética del exterior, ya sería un argumento para su potenciación. Que tienen un menor impacto sobre el medio ambiente, es otro argumento a su favor, como lo es que perdurarán más allá del agotamiento de los combustibles fósiles. Pero es que cada vez las tecnologías han hecho estas energías más competitivas: http://www.eueti.uvigo.es/files/material_docente/134/costesdelageneracionelectrica....pdf

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    3. Bueno, no es que yo me quiera erigir en defensor de las eléctricas, que soy cliente de dos distintas y ya sé cómo se las gastan. Pero, la verdad, plantear las cosas en términos de «ojo, que no son víctimas de la moratoria nuclear», no casa demasiado con mi punto de vista. La moratoria nuclear es una decisión política que se toma en medio de la carrera. Faltaría más que tuvieran que pagarla los operadores privados.

      Por lo demás, la dependencia energética no sólo se puede evitar mediante las renovables (Francia). Y es cierto que opera a su favor que dañan menos el medio ambiente; pero es, como poco, sospechoso que dicho argumento se maneje sin darle al ciudadano ni un puto dato para que pueda valorar cuánto vale, exactamente, apoyar ese argumento. Porque así, en frío, hacer un sistema educativo en el que todos los niños a partir de los once años sean trilingües perfectos en español, inglés y alemán, es la hostia de atractivo. Pero, claro, luego hay que contarle al ciudadano «cómo se llama eso».

      Las, bat not lis, el famoso argumento de que las renovables ya van siendo competitivas. Ahora mismo voy con eso.

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    4. En primer lugar, hay que tener en cuenta esto de que las renovables van siendo competitivas es lo que yo llamo el «argumento José Coronado». José Coronado tendrá hoy cuarenta o cincuenta y tantos años y es un buen actor. Pero para serlo, hemos tenido que aguantarle muchos años siendo malo, pero muy muy malo, porque por lo visto estaba bueno. Está claro que si a un tipo lo subes a un escenario treinta años, al final se hace actor. Pero eso, ¿es racional y, sobre todo, es justo con el chavalín que a los 20 años, aunque feíllo, se ha formado y es un actorazo?

      Por lo demás, el enlace que pones aclara muchas cosas. Aclara, por ejemplo, que el VAB de quemar gas son 47.000 euros, LA TERCERA PARTE que el parque eólico. Y no sé si sabes que la legislación española dicta que los generadores de régimen especial tendrán prioridad a la hora de evacuar energía. Otrosí: que al que produce a 47.000 euros hay que pararlo para consumir la electricidad del que produce a 150.000... ¡Bull's eye!

      Para finalizar, una pregunta: si las renovables son tan rentables, ¿por qué es tan lesivo que se retiren las primas?

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    5. Contesto primero a la pregunta:
      1- Porque no todas son iguales y muchas no son competitivas (fotovoltaica es paradigma de esto). Mejorarlas significa investigación y, desgraciadamente, si no hay beneficios inmediatos, no se investigará y no se mejorarán las tecnologías.
      2- Porque se retiraron las primas con efecto retroactivo, de forma que muchos inversores se encontraron con que iban a tener menos beneficios de los que inicialmente contaban y, por lo tanto, iban a tardar bastante más en recuperar su inversión.

      Finalmente, un par de enlaces algo más acyualizados (el anterior era de principios de siglo):
      Contra las renovables:
      http://javiersevillano.es/DeficitTarifa.htm
      A favor:
      http://renovables.blogspot.com.es/2011/01/el-coste-de-la-generacion-electrica.html

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    6. Yo lo siento, pero cada vez lo entiendo menos. Métodos de producción que inicialmente no eran rentables y luego lo fueron, los hay a puñados. El teléfono, por ejemplo. Pero cuando una cosa no es rentable, se sigue investigando para hacerla rentable... pero, leñe, no se obliga a la gente a comprarla. Eso es lo más antieconómico que hay.

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  4. He de confesar que mi primera reacción al leer tu artículo a sido la de "horror, otro neoliberal" y como a mí esa palabra me trae a los de Mises a la cabeza http://www.miseshispano.org/ pues como que se me han quedado las capilosidades de punta.
    Pero luego he recordado tu anterior artículo y he pensado "vamos, veámoslo con detenimiento" y ¡helas! resulta que no, que tampoco nos separa tanto. Matices y puntualizaciones, como siempre.
    Tu artículo se compone de dos partes: el famoso deficit tarifario y el papel del Estado en la Economía.
    Vamos por partes: del déficit tarifario entiendo lo que la mayoría, un pimiento. Lo único que se, en mi calidad de accionista de varias eléctricas es que he estado cobrando durante años jugosos dividendos, a pesar de que supuestamente operamos con pérdidas en la tarifa que el moroso Estado no nos paga. Vamos que sin él yo ya tendría la segunda residencia. Una vez un economista me lo explico con el siguiente simil: "Vas por el campo y ves a un campesino con sus tomates, le preguntas: -¿A cuanto vende los tomates?-A un Euro el Kilo-Póngame un kilo-No puedo, solo puedo venderlos a la comercializadora, que es mi señora- Vas a ver a la buena mujer y le pides el Kilo de tomates -Son dos euros-¿Pero no era uno?-Es que tengo los costes de comercialización-Pues solo llevo un Euro con cincuenta-De acuerdo, deme el Euro con cincuenta, y los otros cincuenta son el déficit, que ya me abonara más adelante" No se si es muy científico, pero yo dividendos cobro (y si ahora bajan,es por la caída del consumo, no por otra cosa, que nos lo dijo el Presidente en la última Junta)
    Respecto al papel del estado, creo que insinuas un par de conceptos claves: las externalidades, bienes que afectan a un conjunto indeterminado de población, real, pero imposible de delimitar concretamente: el ejemplo que nos ponían en clase era el del alumbrado público: si fuera privado ¿A quien cobran? A los vecinos ¿A santo de que, si estamos en casa durmiendo? ¿Crean unas barreras y cobran a todo el que pase?¿Y si el que pasa es ciego? Y si dice que no le da la gana y que ira palpando las paredes ¿Le ponen una venda? No es operativo, por tanto solo el Estado, que recauda para atender el conjunto de externalidades, puede hacerle frente (a lo mejor tu haces el horario de las gallinas, pero te sientes más tranquilo sabiendo que hay bomberos y te apetece pasar por la biblioteca y pagas por el conjunto).
    Y me ha gustado que sacaras un concepto que no se suele citar, pero que es fundamental para evaluar si una inversión ha de ser pública o no: el plazo de los retornos. La inversión privada requiere de retornos, no dire inmediatos, pero si rápidos. El consejo entre empresarios "de toda la vida" es que una nueva empresa tiene pérdidas el primer año, el segundo equilibra gastos y el tercero da beneficio, si no se cumple, cierra antes de que pase el tercer año. Como en los casos que has citado hay situaciones en que los beneficios, si los hay, que nadie tiene una bola de cristal, esta claro que son a muchos, muchos años vista y que mientras requieren mucho, mucho dinero, por que un sector privado que tiene que presentar resultados trimestrales, dificilmente los asumirá.
    Un saludo y, como de costumbre, felicidades por el artículo.

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  5. Me ha gustado el ejemplo de los tomates, creo que es la primera vez que vislumbro algo de "luz" en esto del déficit tarifario..

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  6. No creo poder explicar el déficit tarifario en un comentario, pero bueno, voy a intentar aclarar un par de ideas. Para simplificar no haré mención a los costes de comercialización de la energía y sólo me referiré a los costes de generación.
    La forma de incentivar la producción de energías renovables es subvencionado la diferencia de coste respecto a otras fuentes de energía. Por ejemplo, se decidió que la energía solar se pagase a 2'5 veces el coste medio de generación de la energía. Si una compañía eléctrica, que se encarga de comercializar la energía, es decir, comprarla al que la produce y vendérsela a los usuarios, puede comprar en el mercado un kwh a 0'08€, debe comprar todos los kwh que se produzcan a 0'20€. Con ese precio, los inversores estarán muy dispuestos a instalar centrales solares. De hecho es lo que ha sucedido, han proliferado por toda la geografía nacional. Las compañías eléctricas lógicamente no son muy partidarias de este sistema. Por ello el Estado les asegura que les va a abonar la diferencia. Por cada kwh solar que compren les va a compensar con 0'12€. Como el pago no se está realizando, se produce una deuda de los consumidores con las compañías eléctricas que es en lo que consiste el déficit de tarifa. La cantidad total adeudada depende de la cantidad de energía solar (o eólica o de otro tipo) producida. Como los precios a los que el Estado obliga a comprar toda la energía producida es tan elevado, cada vez la potencia instalada era mayor, la energía producida también y consecuentemente el déficit acumulado. En el 2014 la deuda de los consumidores (avalada por el Estado) superó los 30.000 millones de euros. En vista de que el sistema llevaba camino de colapsarse, el Estado (los distintos gobiernos) decidió disminuir la cantidad con que subvencionaba la energía producida (de ahí la queja de los productores). Con ello el déficit seguirá aumentando pero en menor proporción que antes.
    Hasta aquí todo es sencillo, pero claro, las cosas nunca son blancas o negras. ¿Por qué las compañías eléctricas tienen beneficios a pesar de este sistema? Por un lado la mayor parte de los productores son filiales de las comercializadoras (Endesa, Unión Fenosa, Iberdrola, ...). Con ello los beneficios que generan pueden transmitirse a los accionistas, a la vez que en la cuenta de resultado de la empresa matriz sólo aparecen las pérdidas del sistema y se justifica el déficit tarifario. Por otra parte a pesar de este sistema, las empresas eléctricas obtienen ingentes beneficios debido al particular sistema de subastas (que en este comentario no voy a explicar a fondo), por el cual todos los kwh producidos se venden al mismo precio, el más caro del día. Eso quiere decir que todos los kwh se venden a un precio caro, independientemente de que hayan costado producirlos mucho si provienen de una central de ciclo combinado o que haya costado poco si provienen de una central hidroeléctrica que se amortizo hace 40 años. No voy a alargar el comentario escribiendo sobre las centrales que hay que montar para el momento en que baje la producción de energías alternativas, y que como el 95% del tiempo no funcionan no se pueden amortizar, con lo que para sufragarlas ha habido que incrementar el término de potencia del recibo.

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