lunes, abril 07, 2014

El hombre que sabía hacer bien las cosas (4)

En el verano de 1941, inmediatamente después de la invasión alemana de la Unión Soviética, Leónidas Illych Breznev entró en la elite del ejército de Stalin, los que ya Trotsky había llamado los samuráis comunistas, tras ser nombrado jefe adjunto de administración del Grupo de Ejércitos del Sur, con grado de teniente coronel. Su jefe era Leónidas Korniets, que había sido segundo secretario del partido en el distrito de Dnepropretovsk. Menos de un año después, Breznev fue ascendido a coronel y nombrado comisario político jefe del 18 Ejército, sustituyendo a otro amigo suyo, Kirilenko, que había sido llamado a Moscú para supervisar la producción de aviones. Al final de la guerra le llegaría el rango de general y el nombramiento como jefe del directorio político del IV Grupo de Ejércitos de Ucrania.


Todos estos nombramientos y misiones fueron fundamentales para Breznev en lo que sería su vida política. Fue en los años de la segunda guerra mundial, efectivamente, cuando el ingeniero metalúrgico que también sabía de temas agrícolas se convirtió, además, en interlocutor común de los mandos militares, especialmente de los que entonces estaban en la mitad de la escala. Se da la circunstancia de que estos contactos, que pudieron parecer modestos en su tiempo, se revelaron extremadamente útiles con el tiempo, dada la afición de Iosif Stalin a purgar los escalones más elevados del ejército. Aquella generación de militares todavía jóvenes acabaría petando los rangos militares soviéticos en los años de Kruschev y de Breznev, básicamente por incomparecencia de la generación anterior. Muchos de ellos conocían a Breznev incluso mejor que a Kruschev y, además, en materias militares lo habían moldeado un poco a su gusto, por lo que le preferían a él cien veces respecto de su jefe.

En su etapa en el 18 Ejército fue cuando Breznev conoció a un hombre fundamental en su carrera política (aunque lo mismo se podría decir de él y de Breznev): el mariscal Andrei Grechko; que, no por casualidad, terminaría siendo el ministro de Defensa en la etapa de Breznev como secretario general del PCUS.

A finales del verano de 1943, Breznev se encontraba con el 18 Ejército en el asalto a Novossysk y Taman, pero en noviembre fue fulminantemente trasladado al Dnieper, donde se integró en el IV Grupo de Ejércitos de Ucrania, al mando militar del general Nikolai Vatunin y político de Nikita Kruschev.

Algunas semanas antes, el Ejército Rojo había conseguido cruzar el Dnieper, tomando a los alemanes poblaciones tales como Kiev, Dnepropretovsk, o Dneprozerzhinsk. El 15 de noviembre, el Grupo de Ejércitos del Sur alemán, al mano del mariscal de campo Erich von Manstein, realizó un contraataque que recuperó la población de Zitomir y amenazó Kiev, así como las cabezas de puente de Dnepropretovsk y Dneprozerzhinsk. El 18 Ejército fue enviado al norte, a la península de Taman, para realizar desde allí una contra-contraofensiva.

El avance del 18 Ejército llegó hasta los Cárpatos, penetrando incluso en Checoslovaquia. Fue tras esta penetración cuando Breznev conoció a Ludwig Svovoda, que habría de ser presidente del país satélite y que, de hecho, tantos problemas le acabaría dando por su manía de mostrar una honradez política a prueba de bombas y de amenazas. En todo caso, en el verano de 1968, cuando Leónidas Breznev viajó a Checoslovaquia en medio de los conflictos creados por la primavera de Praga, tuvo el gesto, poco habitual en él, de hacer una visita privada al cementerio de la ciudad, para presentar sus respetos a las tumbas de sus camaradas muertos en aquellos días.

Tras los muchos éxitos del 18 Ejército de la Unión Soviética (que fue, de hecho, la última unidad militar que estuvo en guerra, pues todavía se enfrentó con el mariscal de campo Ferdinand Schoerner días después de firmada la capitulación de Reims), Iosif Stalin, y su principal asesor militar Sergei Shtemenko, decidieron, de camino hacia la conferencia de Teherán, transferir a Breznev al IV Grupo.

El 24 de junio de 1945, en la Plaza Roja de Moscú, Stalin organizó un desfile militar monstruo en conmemoración de la victoria final sobre Alemania. Uno de los Grupos de Ejército que desfiló aquel día fue el IV Grupo de Ejércitos Ucraniano; y uno de los cuatro generales que comandaba la tropa era Leónidas Illych Breznev. Si el secretario general del PCUS, cuando lo vio pasar frente a él subido a su vehículo, pudo pensar que algún día aquel tipo con pinta de pastor ocuparía el lugar donde estaba él y que, sin haber ganado ni perdido jamás una guerra, portaría en su guerrera bastantes más condecoraciones que él mismo, no lo sabemos. Stalin nunca le decía a nadie lo que pensaba.

Llegada la paz, Breznev se convirtió en uno de los hombres de Nikita Kruschev, que había retornado a su puesto de secretario general del partido en Ucrania, además de nombrarse, básicamente, primer ministro. Kruschev nombró a Breznev comisario político del distrito militar ucranio-carpático, con sede en Lvov. El jefe militar de aquel distrito era el general Andrei Yeremenko, que había sido el último comandante militar del IV Grupo de Ejércitos de Ucrania en la guerra. Como jefe del partido, Breznev se encontró a otro viejo amigo de las riberas del Dnieper: Iván Grushetsky.

Escondidas, probablemente for good, bajo toneladas de literatura oficial que, durante décadas, fue elaborada en la URSS, se han de encontrar las putaditas, putadas y putadones que, con bastante seguridad, hubo de cometer, permitir, alentar y, sobre todo, ordenar Leónidas durante aquellos años. El área ucranio-carpática incluía dos territorios que, en puridad, no eran de la Unión Soviética: Rutenia, «amablemente cedida» por Checoslovaquia en 1945; y la Bukovina septentrional, que había sido apiolada a los rumanos en beneficio de los ucranianos. En ambas áreas hubo que realizar una política de sovietización y de lucha contra los partisanos contrarios al orden de cosas de la que, como digo, poco o nada se sabe, entre otras cosas porque los que normalmente buscan este tipo de atrocidades en la Historia nunca se han sentido muy atraídos por investigar las propaladas por el estalinismo. En cualquier caso, cualquiera que sepa algo de comunismo sabe que en una región donde se está practicando la represión no se perpetra ni un pellizco de monja sin que lo sepa el comisario político; y ése era Leónidas Illych Breznev. El hombre que todo lo sabía hacer bien; por ejemplo, repartir hostias como panes.


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