lunes, abril 21, 2014

Historia de la vieja escuela




1914, de Margaret MacMillan, no sólo es el mejor libro que sobre la primera guerra  mundial se ha publicado en este año aniversario del inicio de las hostilidades, sino que es, probablemente, el mejor libro de Historia que se ha publicado en el 2013. Así de claro. Lo es por lo menos para mí, probablemente por la forma directa y sin complejos con que converge MacMillan con mi opinión de cómo se debe de hacer Historia.

La historiografía siempre ha sido, cuando menos en mi opinión, una cueva en la que han hibernado muchos mediocres. Es muy fácil ser historiador y esconder la estulta condición propia. Basta con realizar una de tres acciones, o las tres a la vez, o cualquiera de sus combinaciones. Los tres elementos que permiten al tonto contemporáneo dárselas de experto en Historia son:

Ceñirse mucho. El historiador que dedica toda su vida al estudio único de los dolores prepuciales de Luis XIV, o a la represión de la guerra civil en las cuatro calles que van de Núñez de Balboa a Ortega y Gasset en Madrid, acaba, aunque no se aplique mucho, en ser un experto. Acaba sabiendo cosas que los demás no saben sobre los sufrimientos debidos a la hipersensibilidad del bálano del rey francés, o  cualquier otro tema particular, que de éstos, en la Historia, como en la vida, los hay a millares. Así, nos encontramos con que nuestro experto, en realidad, es un cabestro incapaz de distinguir a la guardia civil de una partida de tártaros de Tamerlán pero, a cambio, como sabe la hostia sobre la circulación fiduciaria en el Cádiz de 1848 durante una epidemia de golondrinos, da la impresión de maestría.

Este primer elemento tiene el problema de que si el asunto al que uno dedica sus investigaciones es una mierda que no le interesa a nadie, es probable que el investigador no pueda salir adelante como tal. Aquí entra en juego el segundo factor.

Este segundo factor es dedicarse a algo que sea de interés político. Normalmente, los departamentos universitarios tienen muy buen olfato para estas cosas; además, el Estado de las Autonomías ha acabado por teñir la intelectualidad académica española de un localismo aldeanista que hace bastante fácil nadar a favor de esta corriente subvencionadora. Al calor del dinero público, aquel Maestro Ciruela, que no sabía escribir y puso escuela, puede llegar a publicar docenas de libros y ser ponente habitual de esos simposios cuyos coffee break pagamos todos.

El tercer elemento, que es el que nos interesa a efectos de esta recensión, es mutar la Historia en una especie de cóctel de saberes a medio camino entre la sociología y la economía. Hace algunas décadas, para sostener esta forma de ver las cosas había que ser marxista, porque fue el marxismo el que introdujo la interpretación de que la Historia no es sino la dinámica de la lucha de clases; pero, la verdad, hoy ya ni siquiera es necesario tener ideología para creer en  esto.  Para el historiador mediocre, basta con tener fe en la idea de que los protagonistas de la Historia son las dinámicas socioeconómicas. A partir de ahí, sus investigaciones se harán mucho más fáciles porque, como sabe cualquier economista y cualquier sociólogo, una serie de datos ordenados en una tabla sirve lo mismo para demostrar que la guerra civil española la provocaron las derechas, que las izquierdas, o incluso los romulianos del doctor Spock.

Hay, sí, una Historia de la vieja escuela que, sin negar que las sociedades, sus percepciones, sus elementos culturales e ideológicos, y el modo en que los hechos económicos los hacen evolucionar, son protagonistas de la Historia, ésta no se acaba ahí. Ésta es la Historia de la vieja escuela, la Historia de los hombres y de los nombres, de los hechos, incluso de las ucronías contrafactuales, tendentes a introducir en nuestras cabezas una idea que es herética a los ojos de los historiadores mediocres y sus libros fatalistas: la idea de que las cosas pudieron ser de otra manera.

Todo el mundo sabe que la primera guerra mundial estalló cuando los serbios se cargaron al heredero de la corona dual austro-húngara, Francisco Fernando. Pero, en realidad, y esto es algo que las 800 páginas de MacMillan describen puntillosamente, esto es una convención de la misma naturaleza que ésa que dice que la Edad Media terminó en 1453. La entrada de los turcos en Constantinopla, se dice, acabó con el Medievo; y no deja de tener gracia que se diga eso, cuando, en realidad, lo que los bizantinos recordarían por mucho tiempo como algo fatal, y que de hecho fue mucho más cruel, fue la razzia de los europeos caminos de las cruzadas, algunos años antes. O sea, siempre han pasado cosas, siempre han ocurrido cosas, antes de lo que señalamos en la convención, que han sido incluso más importantes que el hecho que inocentemente consideramos como el fulminante de todo.

La primera guerra mundial pudo estallar varias veces antes del mentado asesinato. Muy específicamente, cuando Austria-Hungría se anexionó Bosnia, acción que equivalió a meter un bastón cargado de electricidad en un avispero; tras el órdago a juego del káiser alemán en Marruecos con su visita a Tánger; o en el curso de las dos guerras balcánicas previas a la propia guerra global. La médula espinal del belicismo europeo de aquella época, esto es la carrera armamentista naval entre Alemania y Gran Bretaña, llevaba desarrollándose casi dos décadas en 1914 y, a pesar de conversaciones y correveidiles, sus dos protagonistas no habían conseguido solucionarla.

El proceso de generación de las hostilidades, pues, es un proceso muy lento, de varias décadas, durante el cual las sociedades europeas van a abrazando la idea de darse de hostias. Dos de los contendientes, Austria-Hungría y Rusia, probablemente no tenían más remedio que ir a la guerra por razón de las muy complejas circunstancias en las que se encontraban; y trabajaban para ella porque tenían la sensación de que dilatar el estallido en el tiempo les jugaba en contra.

Pero lo realmente importante del libro de MacMillan es su afirmación, que repite en varios puntos del texto, de que sorprende mucho comprobar cómo un proceso que embarcó en un titilimundi de  muerte a Europa entera e incluso a los EEUU, fue, en realidad, un proceso gestionado y decidido por un número muy escaso de seres humanos; no más allá de cincuenta. Es en este punto en el que el análisis de MacMillan abraza la vieja escuela historiográfica que concede a las personas la importancia que en sí tienen. Alabado sea Dios.

Porque la primera guerra mundial no es el choque de las placas tectónicas sociales de una serie de nacionalidades y clases sociales que entran en conflicto. No. La primera guerra mundial es el torpe error de una lista muy corta de monarcas, políticos y militares. Personas que podían haber hecho las cosas de otra manera. No sabemos con exactitud qué habría pasado si hubieran hecho las cosas de un modo distinto; pero sí sabemos que podían haberlas hechos de ese otro modo.

Que los países los gobierne gente estúpida. fútil, ambiciosa o directamente retrasada mental, tiene consecuencias. La presunta sabiduría del pueblo llano tampoco ayuda mucho, porque los pueblos, por lo general, están también surcados por arroyos de estulticia, que la demagogia, además, consigue, muy a menudo, que bajen anchurosos y preñados de caudal; como tsunamis de imbecilidad colectiva. Ésta es, en mi opinión, la gran enseñanza de la primera guerra mundial, el primer gran enfrentamiento bélico global que tenemos bien documentado; enseñanza que el libro de MacMillan transmite de forma prístina, casi sin ruido. Tal vez tenga algo que ver, dicho sea con admiración, el hecho de que la autora sea mujer, porque es muy femenino el gusto que demuestra por los detalles aparentemente nimios sobre las personas; piececitas sin importancia que, sin embargo, ensambladas todas acaban otorgando lógica a eso que llamamos decisiones de alta política.

En consecuencia, no os recomiendo; en realidad, os pido que leáis este libro. A mí, la verdad, el centenario de las narices me la pela. Lo doy por bueno si ha provocado publicaciones como ésta. Si os pido que leáis este libro es porque es un texto de plena actualidad. Si tuviese razón Engels y la Historia la hiciesen los momentos estratégicos del proletariado y la burguesía en su dialéctica histórica, cabría preguntarse para qué leches leer hoy un libro sobre 1914, si al fin y al cabo la sociedad ha cambiado, y mucho, así pues poco podremos aprender. Pero la cosa es que Fede se equivocaba. Mucho. Proletariado y burguesía podrán seguir ad calendas graecas peleándose por la puta plusvalía pero, la verdad, los hechos que luego son Historia los construyen otras cosas, y los construyen también las ambiciones, envidias, cortedades y pies forzados ideológicos de las personas que en cada momento están erguidos en los puteales del poder, tomando decisiones.

Es importante leer este libro para comprender esto. Y luego mirar a Ucrania. O a China. O

17 comentarios:

  1. No sé si habrás leído "La invención de la historia" de Miguel Anxo Murado.
    Si es así me gustaría mucho conocer tu opinión sobre su crítica a la historiografía clásica española y sobre sus demás tesis: que a la historia se le da demasiada importancia tanto en la enseñanza como en el debate político, que es poco útil para comprender el presente, etc.
    Saludos y gracias por tu blog.

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  2. Lo empecé a leer hace 2 días. La introducción ya engancha. Gracias por tu entrada

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  3. Lo empecé a leer hace 2 días. La introducción ya engancha. Gracias por la entrada.

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  4. Anónimo1:17 p.m.

    Juan: respecto a este libro ¿cómo valoras "Los cañones de agosto"? Siempre he tenido a este libro como referencia en lo que toca al comienzo de la PGM. Entre otras cosas porque, al igual que el libro que citas, pone mucho foco en las personas y en sus decisiones. Especialmente el "Willy" y "Nicki", o sea, el káiser Guillermo y el zar Nicolás.

    Eborense, strategos

    PD: Por cierto, el señor Spock es vulcano, no romulano. Por cosas menores que ésta han estallado guerras en la galaxia.

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  5. Concuerdo con tu opinión de que las cosas pueden desarrollarse de formas distintas. Un ejemplo, Alemania pudo haber ganado la SGM si no hubieran atacado Rusia. Aquí está la importancia de la psicología que hay que hacer con Hitler y su obsesión de vencer a los eslavos.
    Buen artículo, todos los días me paso por aquí a ver que hay de nuevo. Saludos.

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  6. Concuerdo con tu opinión de que las cosas pueden desarrollarse de formas distintas. Un ejemplo, Alemania pudo haber ganado la SGM si no hubieran atacado Rusia. Aquí está la importancia de la psicología que hay que hacer con Hitler y su obsesión de vencer a los eslavos.
    Buen artículo, todos los días me paso por aquí a ver que hay de nuevo. Saludos.

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  7. Tan solo una breve reflexión: por el simple hecho de haber escrito una entrada en tu blog, yo, un tío al que no conoces ni conocerás, se va a gastar 40 boniatos sin dudarlo y, seguro, sin arrepentirse.

    A eso, en la antigua Roma, se le llamaba Auctoritas, conseguida, aunque no buscada, tras más de mil entradas, y entiendo es el mejor halago a tu blog y a tu saber hacer.

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  8. Y coincido con Anónimo, ya le gustaría a Spock ser romulano y no un soseras de Vulcano.

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  9. Eborense: Hasta que ha llegado este libro de MacMillan, creía que la lectura racional sobre la gran guerra se componía de leer, primero, Los cañones de agosto; y, después, El mundo de ayer, de Stefan Zweig. Este último es un testimonio desgarrado de cómo las tensiones de la gran guerra jodieron el que, en opinión del autor, fue el mejor siglo de la Humanidad (el XIX). Sus descripciones de los primeros días de la guerra son impagables.

    Torvic: he leído una entrevista a Murado en un medio de internet, no el libro. Así, a bote pronto, no estoy de acuerdo con las cosas que dice, aunque no me atrevo a ir any deeper porque, como digo, no lo he leído.

    Iván: me darás las gracias. Pero ya te digo que no te vas a gastar 40 euros. Te vas a gastar 80 porque, probablemente, cuando lo termines comprarás otro para tu mejor amigo, o tu mejor amiga.

    Y Spock será de Vulcano, sí; pero su acento romuliano es como poco sospechoso.

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  10. Tengo previsto leer de esta autora: París, 1919. Seis meses que cambiaron el mundo. No sé si lo has leído.

    Saludos!!

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    1. Es excelente. Además hace un repaso estupendo de la historia reciente de Europa del Este, con sus fronteras difusal

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  11. "Proletariado y burguesía podrán seguir ad calendas graecas peleándose por la puta plusvalía pero, la verdad, los hechos que luego son Historia los construyen otras cosas, y los construyen también las ambiciones, envidias, cortedades y pies forzados ideológicos de las personas que en cada momento están erguidos en los puteales del poder, tomando decisiones."
    Eso mismo, cambiando las palabras, se podría decir del dospuntocerismo y de ciertas creencias acerca del progreso científico. Recuerdo que hace unos años, en el blog de un colega un elemento se puso a pontificar acerca de que las tecnologías modernas habían acabado con la propiedad intelectual, pues todo se copia. Supongo, entonces, que Einstein no puede enorgullecerse de su teoría de la relatividad y que tanto da que una novela la haya escrito Tom Wolfe que Dan Brown.

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  12. Veo que todo el mundo está sugiriendo lecturas en los comentarios, pero no puedo dejar de hacer la mía: El hombre sin atributos, de Robert Musil. Ya sé que es un tocho, pero aparte de que es —a mi juicio— una de las tres obras literarias fundamentales del siglo XX, a mí me parte de risa ver las pavadas que hace la gente en el libro creyendo que las cosas que hacen entre febrero y agosto del 14 van a importar algo, y que el mundo será siempre así, y uno sabe que en un par de meses se les va a ir todo a volar por los aires.

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  13. Anónimo12:30 a.m.

    Protesto por sospechar del patriotismo y de la limpieza de sangre vulcana del señor Spock. Y por decir que los vulcanos son sosos. Lo que pasa es que no es fácil comprender su sentido del humor. Yo tuve una novia vulcana y os aseguro que una vez que le pillé el punto era de lo más divertido, dentro y fuera del lecho.

    Eborense, strategos

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  14. Hace anos lei, y me encanto, "Europe's Last Summer" de David Fromkin. Es un relato pormenorizado de las semanas que transcurrieron entre el asesinato de Sarajevo y el estallido de la I Guerra Mundial. Narra los errores de calculo de los distintos protagonistas y como casi ninguno era consciente de lo que estaban contribuyendo a desatar entre todos. Digo "casi ninguno", porque hubo alguien que si que queria guerra: Moltke. Moltke pensaba que Alemania estaba cada dia mas constrenida por sus rivales y que el tiempo jugaba contra ella. Pensaba que la guerra seria inevitable algun dia y mejor que ese dia fuera 1914, cuando la balanza aun estaba del lado aleman, que no 1917.
    Puede ser discutible, pero es un libro que merece la pena leer.

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  15. CorsarioHierro12:08 a.m.

    Saludos. Interesante post aunque difiera en algunas cosas. Siempre he visto, como profe y estudiantes, en manuales de media o universitarios, como la Primera Guerra Mundial fuel el resultado de uncúmulo de causas.

    También en algún momento me enseñaron lo de la cuasa inmediata(el detonante o desencadenante de la guerra fue el asesinato) y las causas profundas (rivalidades económicas, nacionalistas, coloniales, el desarrollo tecnológico-militar...). Si no hubiera causas profundas la guerra no se hubiera dado. Si el asesinato del heredero austriaco se hubiera producido en Viena o de visita en Londres, Madrid, Berlín... no hubiera habido guerra o al menos no en ese momento. Tu mismo citas las cuatro crisis de preguerra en las que se evitó/sorteó la guerra. Aunque eso empata con las constantes socioeconómicas que dicen que hubiera habido guerra en algún momento.

    En cuanto a las investigaciones muy especializadas...empata quizá con una fase de estudios localistas pero también con que las tesis tienen que concretarse en un tema, unas fuentes concretas y determinadas. Si te concedo que sue si después de mi tesis de 1500 páginas sobre la pesca en Canarias durante la 1ª GM sigo con lo mismo en lugar de estudiar la pesca en otra épocas, otros aspectos de la guerra en Canarias pues sí, me he pasado.

    Por lo demás si es uno de tantos libros a tener en cuenta.

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  16. Anónimo1:53 a.m.

    Discrepo con lo de que la historia la hacen pocas personas concretas y con lo de la crítica al marxismo. Las pequeñas personas que dan la orden final, están inmersas es un sistema que de hecho las pone ahí para que den esa orden. La primera guerra mundial empezó por el ansia imperialista alemana, que se basaba en motivos económicos: favorecer la industrialiación imitando el imperialismo de Gran Bretaña o impedir que esa potencia pudiera cortarles algún día el suministro de materias primas, dado su dominio del mundo. Los grandes industriales alemanes pensaban así, y hubiesen puesto al mando ( o dejado alzarse o reinar, para el caso es lo mismo) a cualquier lider dispuesto a cumplir sus planes y favorecer sus intereses, sea el kaiser, un Hitler, o cualquier otro. En la historia cuenta mucho la clase alta; que son pocas personas, pero no sólo 50
    Fero mr

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