martes, junio 03, 2014

Un rey irresponsable

Históricamente hablando, la dinastía Borbón ha adolecido de dos grandes defectos. El primero de ellos ha sido la distancia. El segundo de ellos ha sido la escasa, en ocasiones, nula capacidad de comprender el paso del tiempo. Ambos errores son de raíz francesa, pues los capetos, de los cuales los Borbón son una copia en papel carbón, ya estaban bien definidos por estas dos características; y sus alternativas (los propios borbones, los Orleans, los napoleones) no les fueron a la zaga. El concepto francés de monarquía, centralista e inmanente, se adaptó como un guante a periodos en la vida de las sociedades humanas que pasaron hace mucho tiempo. Desde entonces, los reyes y príncipes procedentes de este tronco, de ese ADN dinástico, son como gordos mórbidos que se ven obligados a ponerse todos los días una faja con las medidas de Shakira.

Durante muchos años, Juan Carlos de Borbón pareció haber cauterizado ese maleficio. Cierto es que había indicios tontos que podían hacer pensar que, en realidad, no era así. Por ejemplo, aquella famosa portada de la revista Cambio 16, en ocasión de la visita del entonces Príncipe a Estados Unidos, en la que se le dibujó de smoking, realizando un paso de baile a lo Fred Astaire. Zarzuela protestó por lo que consideraba una vulgarización de la figura del Heredero de la Corona. Zarzuela demostró, aquel día, que había mogollón de cosas que ni era, ni sería, ni es, capaz de entender. En los tiempos de aquella portada, incluso la Falange oficial aceptaba ya que saliesen discos con versiones hippies, en plan Beatles, del Cara al sol. Ser más carpetovetónico y ultramontano que la Falange de Franco es difícil; pero que se puede, se puede.

Juan Carlos de Borbón fue elegido en 1969 heredero de una Corona que ya no se podía considerar sostenida en los derechos de la Historia, por mucho que así lo bramase su padre en las sucesivas cartas y comunicados que hizo públicas en aquellos años (algunas de las cuales más le habría valido dejarlas en su sobaco). Ya no se trata sólo de que aquella Restauración fuese, en realidad, pilotada por un caudillo dictatorial que, tras declarar España como Reino, se esperó veinte años para decidir quién lo reinaría. Se trata de que el tiempo pasaba, que Juan Carlos de Borbón fue designado heredero de la Corona un año después de Mayo del 68, y que había cosas que ya ni en aquella España pacata y acojonada cuadraban bien.

La monarquía moderna se asemeja a la moneda moderna. Las monedas antiguas, hasta Bretton Woods, se basaban en el patrón oro, y eso quería decir que detrás de cada billete, detrás de cada pavo, se supone que había una riqueza física, tangible, guardada en algún sótano, respondiendo por el valor de esa moneda. Desde la segunda guerra mundial, el aval de los billetes que tenemos en la cartera es el PIB; la credibilidad de nuestra economía, su capacidad de demostrar que es sana, potente y equilibrada. Exactamente igual, el rey empieza siendo una figura con méritos totalmente tangibles (es el más bestia de todos, el que a todos puede, el que puede ganar la guerra) para, progresivamente, ir perdiendo ese aval tangible para terminar avalado por la simple y pura voluntad de los demás de avalarlo. Juan de Borbón oponía a las decisiones de Franco la afirmación de que era heredero de la Corona de España por razones históricas; rara vez, en sus cartas, habló de la voluntad del pueblo español porque, seamos serios, para él la voluntad del pueblo español era algo secundario. Que también lo era para Franco no creo que haga falta discutirlo mucho. Franco quería hacer con Juan Carlos la operación que James Cagney hace en Un, dos, tres con el conde Von Droste Shattemburg. El conde, arruinado, limpia baños en el metro; y Cagney, que necesita urgentemente casar a la hija de su jefe con su amante y hacerlo pasar por alguien muy respetable, paga al mozo de váteres para que adopte al amante y así le haga conde, aristócrata. El dictador había pensado en una España avalada en su continuidad por la figura de un Borbón que inauguraría exposiciones y le pasaría la mano por la chepa a los generales (verdadera cepa del monarquismo español, como bien sabía él que les tuvo que engañar para ser elegido Generalísimo) mientras su verdadero heredero hacía con el país lo que le saliese de los cojones. Con lo que no contaba el Franco sesentón que diseñó esta operación en los inicios del llamado tardofranquismo es conque no lograría encontrar un heredero real en las generaciones posteriores a las de la guerra civil. Su gran esperanza blanca fue Camilo Alonso Vega quien, sin embargo, a mediados de los sesenta estaba más enfermo que el propio Franco; y, a falta de pan, se conformó con Carrero Blanco, el de no hay mal que por bien no venga.

El almirante había recibido, en 1957, la misión de hacer de España un país presentable en el entorno internacional. Un país poco democrático, pero respetable en sus formas. Carrero, cumpliendo esta misión, crió a sus pechos a una nueva familia del franquismo, los llamados tecnócratas, que habrían de cambiarlo todo porque acabaron por hacer, muchas veces incluso sin querer, que la ecuación del Movimiento estallase. Juan Carlos de Borbón, desde que en 1969 un Franco anciano y sin alternativas opta por él arrastrando los pies, es una pieza fundamental en ese montaje, y es rápidamente captado, porque en ese momento es un chavalote joven y tiene, por lo tanto, arterias y neuronas flexibles.

La gran inteligencia de Juan Carlos de Borbón es darse cuenta de que su padre es, históricamente hablando, un pollas. Una ajada cornucopia que ya no pega ni con cola en los modernos estilos decorativos. Esto le da margen más que suficiente para ser un monarca moderno, en los términos de modernidad de los años setenta del siglo XX. Lamentablemente, era y es un Borbón, y eso quiere decir que la maldición tendría que acabar por presentarse.

Quienes vivimos los años setenta con capacidad de leernos los periódicos y ver los telediarios en los minutos previos a la sección deportiva podemos dar fe de que el machaconeo de las public relations de la joven democracia con la idea de que el rey de España era un «rey del pueblo» fue vomitivamente repetitivo. A base de romper el protocolo en cada aparición pública, el rey consiguió que el protocolo consistiese en romper el protocolo. Incluso, una vez, la prensa se hizo eco, con indisimulada alharaca, de que, tras acercarse el rey a la multitud para estrechar manos, uno de esos españoles ansiosos le había robado el reloj. En aquel entonces, el republicanismo visible, el de derechas, se refugió en la idea de que el rey era tonto. El Bobote, le llamaban los amigos de mi padre en La Coruña. Pero como quiera que entonces Juan Carlos tenía la costumbre de rodearse de gentes que conocían su trabajo, todo eso fue ampliamente superado por la necesidad que la sociedad española tenía, en años en los que los guardias civiles y militares morían a decenas, de tener un referente fijo, algo en lo que confiar.

El problema para Juan Carlos es que eso pasó hace muchos años. Pasó en los tiempos, hace ahora cuarenta años, en los que, todavía, los príncipes se casaban con princesas y el común de la sociedad admitía el principio de que un rey es, por definición, alguien distinto. Un alien. Recuérdese el derecho de pernada medieval, pero recuérdese bien: los siervos de la gleba querían que su señor se trincase a su señora, porque estaban convencidos de que su señor era de una sangre especial, era una especie de ciborg feudal 2.0; y nada les apetecía más que tener un vástago con esa sangre, sangre de alien, un semidios, hijo de humana y deidad, un Aquiles románico.

Pero la sociedad estaba cambiando. El heredero al trono de Noruega, un día, conoció a la que sería su mujer en un concierto de rock. Gustavo Bernadotte se casó en su día con una azafata de congresos, con la que rápidamente generó una descendencia anoréxica. Los tiempos cambiaban; pero los borbones nunca han sido unos linces en eso.

Carlos III, el que hasta ahora, supongo, ha sido tenido por el mejor Borbón de la añada, en realidad era un señor bastante intransigente. Como era viudo y le guardaba las ausencias a su señora y, en consecuencia, no gustaba de diversiones y correcalles, alumbró la idea de prohibirle a los españoles la mayoría de las múltiples formas de cachondeo de que se servían, y se sirven. Ciento y pico de años después, en un episodio que ya hemos contado, su flamante descendiente, Alfonso XIII, encontró de lo más normal concluir que si un gobierno parlamentario en pleno tenía una opinión y él otra, la conclusión lógica del impasse debía ser que el gobierno dimitiese. Nótese el detalle de que estamos teniendo la generosidad de olvidarnos de los principales cráneos previlegiados de estos Farm Hero Saga, otrosí las tres generaciones seguidas formadas por Carlos IV, su hijo el Felón, y su nieta la Mentirosa. Buena parte de los malos detalles que se pueden ver en esta gente tienen que ver con esta incapacidad para percibir el paso del tiempo que le acaba ocurriendo a uno cuando se encierra en una torre de marfil y, encima, es rey.

Los buenos asesores del monarca fueron cayendo, para ser sustituidos por gentes muy diferentes. Crecientemente, Juan Carlos se fue deshaciendo de su corte de arquitectos, para sustituirla por otra de bomberos. Ya no se trataba de construir; se trataba de apagar los fuegos que surgieren en el edificio ya construido. El rey y sus rohirrim se retiraron a Minas Tirith y, una vez dentro, tiraron la llave y dijeron: aquí me las den todas.

La monarquía se adaptaba a los tiempos; pero se adaptaba mal. Juan Carlos de Borbón sólo ha concedido dos entrevistas en profundidad en toda su vida. Una fue a Selina Scott, una periodista escocesa amiga de su cuñaaaaao, el griego-demócrata-de-toda-la-vida. La otra a José Luis de Vilallonga, digno representante del español average y periodista acérrimo que, como todo el mundo sabe, si no ganó siete premios Pulitzer es porque nunca quiso escribir en inglés. Los contactos del rey con España, vía prensa, quedaron limitados a conversaciones normalmente relacionadas con alguna victoria de Nadal, o de la Roja.

La monarquía española se adaptó también en lo de superar el rigorismo de que las gentes de sangre azul se casen entre ellas. Pero, una vez más, lo hizo así, así. El episodio del príncipe con Gigi Howard fue negro como la noche, con mentiras incluidas de que si estaba no sé dónde cuando en realidad estaba en la playa con ella; y qué decir de la pobre Eva Sanum. Los casamientos de las hijas, para qué mentarlos. Una sigue más o menos la línea tradicional y se casa con el jefe de una familia sobre la puerta de cuya casa en Soria todavía hoy pende una llave (una llave colgando encima del dintel es signo de que un rey durmió alguna vez en esa casa), para acabar (malamente) divorciada y con un primogénito que dicen es un punto filipino y que se dispara tiros en el pie. Y de la otra qué se puede decir...

Todo tiene que ver con la distancia. Los reyes españoles no sólo son distintos; además, quieren serlo. Con todo lo que se critica, y con razón, a Carlos de Inglaterra, a mí me parece perfecto el gesto que tuvo cuando se promovió la nueva zona de los docks en Londres y salió en todas las televisiones bramando contra la arquitectura moderna y exigiendo que una promoción tan céntrica respetase las formas del arte secular inglés. Su primera esposa, la volátil Diana, entendió a la perfección los cambios cuando se dio cuenta de que lo que una reina tiene que hacer es abrazar y besar a niños seropositivos; que no se vive de pronunciar discursos repletos de expresiones como «idiosincrasia», «clave de bóveda» o «inmarcesible» en las sesiones magistrales de las academias.

Si la gran inteligencia de Juan Carlos de Borbón fue entender que tres cuartas partes de lo que le había contado su padre era farfolla regalista, su irresponsabilidad fue no comprender que con el aval de haber labrado la Transición no se vive hasta los 76 años. No haber, por lo tanto, luchado contra los dos grandes pecados borbones: la distancia, y el estatismo, la renuencia a evolucionar.

Una vez, hace muchos años, Felipe de Borbón le declaró a un periódico estadounidense: «yo sé bien que el puesto [de rey] hay que ganárselo». Seguro que no pensaba, entonces, que la irresponsabilidad de su padre se lo iba a poner tan difícil.

11 comentarios:

  1. Yo personalmente creo que el tema es más profundo, y que más que el tema de los elefantes, o las pocas ganas de modernizarse que tuvo Juan Carlos I durante su reinado, fue el escándalo Nóos lo que desprestigió durísimamente a la Corona. A fin de cuentas, es más fácil tragar con una monarquía arcaica, que con una monarquía corrupta.

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    1. Además de que vino a sumarse a una larga lista de escándalos de corrupción política. Fue algo así como la guinda del pastel, pero de mierda.

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  2. Anónimo12:56 a.m.

    Rafael.
    Saludos:
    ¿Importa si realizo alguna matización?
    No soy monárquico. Como para serlo si conoces algo de la historia de este bendito país. Pero creo que juancarlista me cae razonable. No me ha molestado gran cosa de su trayectoria, no me ilusionan las actuales teorías conspiranoicas y me temo que aunque ahora salgan republicanos de debajo de las piedras (juro por los hacedores de mis días que no va por ti Juan, te leo desde hace un tiempo), es saludable aportar opiniones divergentes.

    Veamos, cito de memoria, así que la ca...ré, seguramente. Por lo que recuerdo con respecto a la caricatura, el que más la lió fue Arias Navarro, que en su mentalidad de "Carnicerito de Málaga" no asumía que alguien se burlara de un personaje de su nivel.
    Y sobre la Falange oficial, pues algo desnortada sí que andaba, con algunos de sus miembros o exmiembros haciéndose la ilusión de que formaban parte de una falange liberal (hace un tiempo lo rememoraba Esther Tusquets en sus memorias).

    Sobre Juan de Borbón, me temo que se le puede reivindicar buena voluntad de reconciliar a los españoles (Paul Preston dixit). Pero lo que es sagacidad política a él o a su "partido juanista". Ejem. Es lógico que Juan Carlos lo haya tratado de magnificar. Se diga lo que se diga, padre no hay más que uno.

    En mi modestísima opinión personal, a Franco se la pelaba lo que sucediera tras él palmarla (se refiriera a nudo marinero, con lacito o de ahorcado). él había logrado un objetivo, mandar hasta el final, y había dejado un sucesor. En su mentalidad, seguramente le concedería el derecho de hacer lo que le saliera del cimbel.

    Tendría que revisar tu artículo sobre el derecho de pernada, pero se le puede encontrar una motivación más prosaica. Para un siervo de la gleba, el casarse era una buena forma de tener alguien que te eche una mano en el trabajo, léase hijos. "¿Amor? ¿eso se come?" Que el señor se tirara a tu legítima significaba un hijo con más posibilidades de ser sano y fuerte, no que tuviera antenas o le saliera luz por las orejas.

    Sobre la parentela, pues bueno. Creo que el monarca con nombre de coñac es mucho más lo que hay salvable que lo contario. De los otros ejem. Pero ahí te saldrán con que un hijo no puede elegir a sus padres como balbucea Británico a Claudio en la serie.

    Con respecto al Orejas, mi favorita sigue siendo lo de querer ser el támpax de "la mesa camilla". Yo creo que los que hemos tenido, escándalos actuales aparte también han sido capaces de estar en su sitio. No han ido enseñando las domingas como Estefanía de Mónaco, ni liándose a hostias como el maromo de la Carolina. Cuando iban a entierros eran capaces de poner cara compungida y abrazar a las víctimas, de posar firmes en los desfiles y de entregar diplomas con una sonrisa. están para eso. ¿Que han tenido un gusto pésimo con los maridos? tiemblo de imaginar un vídeo como el de Ducruet con Marichalar. Y que el nene se haya disparado en un pie, pues oye, Fraga acribilló el culo a Carmencita Franco.

    Creo que el gran problema de Juan Carlos es exactamente lo que siempre nos avisaba Pérez Reverte. En este país nada nos gusta más que arrastrar por las calles a quienes ayer vitoreábamos.

    Alguien escribió que la gente cambió en el subconsciente la foto del mensaje el 23-F por la del elefante. Menuda cagada en plena crisis irse de safari. Pero lo reconoció. Y con respecto a la demagogia de la imagen de Dumbo, ¿alguien recordará lo que pasó con la vegetación del Tsavo y de Murchisson?

    Espero la lluvia de ladrillos.

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    1. Estoy de acuerdo, Rafael,pero creo que es algo más profundo que eso. Hace poco un sociólogo al que admiro mucho me explicó por qué la foto de las hijas de Zapatero fue dinamita para él: «el español medio no puede empatizar con una gótica», me dijo; «inmediatamente la concibe como algo extraño a él mismo o ella misma; un alien. Y eso acaba extendiéndose al padre».

      La foto del elefante no es la foto del elefante. Es la conciencia social, en una sociedad que nos quiere a todos iguales (sin coche oficial, sin privilegios, sin sueldazos, sin...), de que el que posa con el elefante muerto es «otro», es «distinto». Es un vulcaniano.

      La familia real española no ha sabido, en mi opinión, entender que los tiempos en los que el rey podía ser un alien han pasado. Para bien o para mal, yo en eso no me meto. A la gente se la pelan esas gráficas que hoy pululan en las redes demostrando que las repúblicas son más caras que las monarquías. Se la pelan porque un presidente de República, aunque cobre un congo, es uno de ellos; y tienen la sensación que un rey no lo es.

      Los tiempos cambian. Hubo un tiempo en el que los gobiernos no eran sino la extensión del brazo del Rey Sol de turno. Pero esos tiempos, cuando Alfonso XIII hizo dimitir a un Ejecutivo entero porque quería nombrar un JEMAD distinto del que él quería, habían pasado. Insisto en que el problema sempiterno de los borbones es su incapacidad para leer adecuadamente los cambios generados por el tiempo.

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    2. Dicho de otra forma: yo, que por reflexión personal soy republicano, te diría que el día 18, o el que sea de la proclamación, Felipe VI tiene en su mano cargarse todo este movimiento. Todo lo que tiene que hacer es lanzar en su discurso la idea de que es uno más.

      Si yo fuese su asesor, hoy le estaría recomendando que copiase el gesto de Lee Iacocca cuando accedió a la presidencia de Chrysler,. Tan simple como esto: yo, el rey (con minúsculas yo y rey) renuncio a percibir mi sueldo hasta que acabe la crisis. Ni 1.900 euros, ni 1.000 euros ni pollas: nada.

      Porque lo que hay, tal es mi idea, es un movimiento republicano que, en buena parte, es un movimiento de cabreo. Es un movimiento de cómo te atreves a seguir siendo un alien en tu torre de cristal mientras los demás las pasamos putas,. Eso, para mi, sería leer los tiempos.

      ¿Nos apostamos algo?

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    3. Anónimo12:17 a.m.

      Rafael.
      Saludos Juan:
      Agradezco tu rápida y amable respuesta y siento no haber hecho acuse de recibo antes, pero hasta ahora no he parado en todo un día horripilante.

      Sobre la dichosa foto de "las góticas", creo que me he perdido con lo que me cuentas de tu amigo sociólogo y su análisis. Demasiado para mi cuarto y mitad de neurona. Es broma, claro que lo he entendido. Aunque no lo comparta en absoluto. Es mucho más simple. Me llamarán cavernícola, fascista o amargado, seguramente, por lo que voy a decir. Qué remedio. Será la edad.
      En esa foto yo sólo veo a unas niñas a las que sus papás les han consentido un capricho. Poco que reprocharles a ellas, salvo su pésimo gusto con los trapitos (ya aprenderán). Pero lo de su progenitor no admite excusa. Tanto al papá como a la mamá es como para pegarles de collejas y ponerlos de rodillas. En eso también soy muy reverteriano, "Un presidente no puede hacer el ridículo", porque con él lo hace todo su país, nos guste o no. Zapatero allí demostró no entender un detritus de protocolo. O bien fue tan arrogante como para pasárselo por el forro. Sus nenas se ilusionaron por conocer a Obama (según se dijo). Vale, bien. Pero eso no admite que se vistan de Morticias concorvadas. No estaban visitando al primo del pueblo. era un acto protocolario en que la imagen de España podía salir malparada. Un presidente del Gobierno no puede hacer el imbécil.
      Y no es ideología, aún me estoy acordando de Aznar subido al tanque como si fuera su juguete, haciendo el saludo militar vestido de civil o poniendo los pies en la mesilla (de su legítima y su inglés macarrónico mejor ni acordarse). En las memorias de Inocencio Arias, queda claro que la diplomacia no era el fuerte del de León.

      Sobre todo lo demás creo que tienes toda la razón.

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    4. Anónimo12:17 a.m.

      A ver si logro explicarme. No soy un republicano convencido. Eso no quiere decir que los considere enemigos o equivocados. En absoluto me importa un carajo la memoria de mis abuelos y el de mi mujer, todos ellos republicanos de corazón, buena gente y que fueron a una guerra que no deseaban, les tocó perderla y pagar por ello (no mucho, en comparación a otros, por suerte). De los que traté con cercanía unos eran más vehementes que otros cuando en la tele salían Borbones, pero a ninguno escuché insultos personales gratuitos.

      Como ahora está tan de moda.

      Y cuento todo esto porque me preocupa sinceramente que los que más jaleo han estado armando contra el Rey en los últimos años (pienso en Amadeo Martínez Inglés, en Manuel Fernández Viñó, incluso en Almudena Grandes) más que sinceros republicanos convencidos de la mayor carga democrática de poder elegir a tu jefe del estado, son otra cosa. No sé, resentidos, gente de pasado no ya de derechas sino directamente fascista, personal o familiar, aprovechados coyunturales, gente que quiere vender libros, exmilitares franquistas, ahora caídos del caballo. En fin, lo mejor de cada casa.
      Y ante una sociedad con los niveles de conocimiento, discernimiento y raciocinio como la nuestra, me parece importante tratar de que al menos la gente tenga las ideas claras.

      La III República no es un bálsamo de Fierabrás. No hará desaparecer el paro, no convertirá las aulas en verdaderos centros de enseñanza, no hará que brote sidra de las torrenteras, no salvará al lince ibérico, ni hará que deje de aparecer en la tele cierto presentador con bigote (bueno, sobre eso último doy un voto de confianza).
      Y tu mejor que nadie (como aquí has demostrado) sabes que los antecedentes históricos no son alentadores. No creo que acabáramos en otra guerra, pero con la gente tan cabreada como está, verificar que nada se arregla e incluso el gasto aumente pues con cada nuevo presi, su legítima se empeña en remodelar las cortinas del salón a cargo estatal...

      Pues eso. Que no me convence tanto ataque a matar a una persona que no lo ha hecho tan mal después de todo. y si se merece lo que pueda caerle, que se haga con madurez y justicia, no como un linchamiento de lanzada a moro muerto, porque ahora ya no nos impone.
      Un abrazo.
      P.D. Vuelvo a las góticas y me doy cuenta de que el anfitrión era otro que tal baila. Hacer el payaso en el FUNERAL POR NELSON MANDELA. Comparativamente no le llegaría a la altura de un cagarro de gacela pegada a su suela. Allí había que estar serio, no jugueteando con una rubia, por despampanante que sea. Permaneces digno porque el fallecido lo merece. Y luego te vas al hotel y si tienes esa posibilidad te montas un trío con la rubiales, la legítima y si se tercia el perro del portero.
      Menuda idea darle el Nobel.

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    5. Anónimo12:25 a.m.

      No me ha hecho nunca ilusión apostar, pero estaré encantado de que nos juguemos un par de cervezas por si algún día nos chocamos por ahí.
      Aunque, por favor, aclárame las condiciones porque ando espeso y no he acabado de pillar qué hay que verificar.

      Chapeau con lo de "movimiento de cabreo". Pienso lo mismo. Pero si hiciera eso de renunciar al sueldo, incluso podría surgir alguien que le reprochara que la medida es demagógica.
      Veremos.
      Rafael.

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  3. Anónimo9:18 a.m.

    Con ser cierto lo anterior escrito por el señor Juan, que seguramente lo es y mucho, a mi no deja de darme vueltas a la cabeza con esto y con ya demasiadas cosas más, otro asunto que me preocupa bastante más.
    Con la venia....

    Año 2006. El Rey Juan Carlos I es la figura pública MAS VALORADA de España y blablabla. Hechos encuestados y ampliamente aprobados. Indiscutidos. Sáquese algún video o declaración publicada y que no sea de Batasuna o Esquerra Republicana de Catalunya o similar que demuestre que no era así y así podremos hablar con mínima propiedad historiográfica de las cosas.
    Doblepensar. Yo hoy pienso que cuando aquello pensaba...

    Un día después de una cena alguien con algunos decidieron. Un elefante, uno más, una escapada como tantas, una tarde como tantas, una caida y... la caida.
    Y estaba de ello, sí, no hay duda, pero...
    pero ¿cuándo? ¿cuánto? ¿por qué? y sobre todo... sobre todo ¿quiénes y para qué?

    ¿Hay quién se pregunte HOY ante esto y ANTE TODO por qué hoy y por qué no hace quince años? ¿Si la corrupción, otro caso evidente, era hace quince años inmensamente mayor que hoy, que ya no hay un chavo que robar, por qué tanto hoy y tan nada cuando la víctima era muerta ante nuestra puerta y ante nuestros ojos?
    La pregunta última y en el fondo, lo del Rey es puramente anecdótico, es ¿sabemos pensar nosotros CON LO NUESTRO o nos tiene que dar nuestra mamá la realidad pasada por la batidora? ¿Y quién es nuestra mamá?
    ¿Sabemos pensar o no sabemos?
    ¿Podemos ser libres o no podemos?

    Me es mucho más querida esta pregunta, aun en este caso, que la más común de si mejor rey o presidente de la república.

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  4. Anónimo9:21 a.m.

    Gran pensador, adelantado, visionario, especimen extraño absoluto a la sociedad de comunes en la que vivió y vivimos aquel George Orwell. El doblepensar, el pensamiento mutuamente contradictorio con lo real y el pasado vivido, pero repensado a posteriori, aquellos que yo creí ver al lado de Stalin, pero que me equivoqué porque no están en la foto, no se lo digas a nadie, no pensaré más...

    Se llama desde hace mucho, pero sin verlo escrito en ningún sitio, Cuarto Poder. O sea el Poder. What ´s on the Man´s mind. That´s the question. Lo del patrón oro vs la gente dice que y quién fue quien ganó esa guerra.

    Las verdades más profundas siempre están a la luz del día. Se cuenta con la miopía de los que solo alcanzarán a ver el dedo y con eso... ya alcanza. Hasta sobra.

    Estamos en manos de un poder que no controlamos. Para nada lo controlamos. Y nos tira de los hilos, y sin haberlo pensado nos vemos hoy levantando todos la manita a la vez. Habré sido yo pensamos... ¿pensamos? Si todos lo hacen... pues seré yo, ¿quién si no? Hoy toca esto, pues... esto. Hoy lo del Rey es una nutria, ayer era San Salvador, suma una más y sigue...

    A ver para cuando una historia, una Historia, con ánimo de cierta profundidad más allá de lo anecdótico del Poder llamado hoy displicentemente Cuarto, o sea del Poder. Orwell sí, pero Lenin, Goebbels, Hearst, Chomsky, Jomeini, Walter Conkrite y Gabilondo pásalo 04 y hay que crear tensión 08.
    El Poder... ni quito ni pongo rey ¿?, pero ayudo a mi señor.... El Poder.

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  5. Conste que soy republicano.

    Pero también creo:

    1. Que Juan Carlos I, salvo excepciones como las arriba nombradas (elefantes, corinas, yernos, etc) ha estado muy bien en las troncales: Democracia, representación internacional y traer negocio a España.

    2. Que España aún no está preparada para una república, igual que tampoco lo está para una democracia dicho sea de paso. Para que un sistema democrático y una república sean eficientes hace falta una sociedad formada y con valores, cosa de la que carecemos.

    3. Que Felipe ha estudiado mucho está muy claro, pero viendo cómo la mujer le ha mamoneado desde el minuto uno (el dia que dijeron que se casaban ella no paró de inturrumpirle y mangonearle) no sé yo si será capaz de hacerse con el puesto.

    Muchas gracias por el post y por el debate que me parece muy interesante, como siempre.

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